martes, 11 de enero de 2022

RELATO VOCACIONAL: AMAR LA MISIÓN, Fr. Rubén Martínez OP

Aunque nunca me haya casado mi historia se debe parecer mucho a la historia de amor de una pareja. Esta historia es una historia de amor a la misión.

He sido muy afortunados al nacer en una familia donde ví este amor a la misión. Un tío mío dominico (Padre Garrido), hermano de mi abuela, muy conocido entre todos los hermanos dominicos, cuando yo nací estaba en España, pero había sido misionero en China, a la que siempre amó y a la que siempre añoró. En mi familia siempre fue el tío misionero expulsado de China. También tengo una tía dominica de la Anunciata, hermana de mi padre y misionera en Ruanda. De ambos recuerdo siempre sus historias, su alegría por lo que sabían y estaban haciendo y, sobre todo, su pasión por la misión. La experiencia de la misión marcó el resto de sus vidas y también, he de decir, me marcó a mí. Ya desde los primeros momentos de mi vida sentí esa llamada a ser como ellos, a dedicarme por entero a los demás, a ser misionero.

Y mi primera historia de amor de verdad fue con la misión de Taiwán, a donde fui enviado. Dudaba de mis fuerzas para poder aprender una lengua tan difícil, pero, poco a poco, y con la ayuda del Señor, y de esto estoy seguro, conseguí más o menos salir adelante. Fue mi primer acercamiento de verdad a la misión. Lo de antes solo habían sido sueños de infancia que en muchos casos se llevó el viento, pero en mí, sin saber por qué, siempre permanecieron.

Como mis tíos, yo también me enamoré pronto de la misión. El ir conociendo a la gente, sobre todo su fe, su cercanía, su entrega generosa a la misión de la iglesia en su país, sus testimonios, me cautivó y me enamoré de esa misión. Con ellos empecé a aprender lo que realmente significaba ser misionero, vivir la misión, amar la misión. Ya no era la experiencia de otros, historias muy bonitas de mis tíos, era mi vida. Entonces comencé a entender por qué dolía tanto a los hermanos dejar la misión si tenían otro destino o volver a nuestra patria si faltaban las fuerzas. Romper con ese lazo es como romper con el vínculo de la vida.

Yo también tuve esta experiencia. Primero por tener que pasar un tiempo en España por enfermedad, lejos de la misión y después al ser asignado a una nueva misión dentro del país. La primera fue como el primer amor, difícil de olvidar. Recuerdo que cuando fui a la segunda misión, alguien me dijo que, aunque estaba allí, realmente mi corazón no estaba allí. Estoy muy agradecido por aquellas palabras porque me ayudaron a despertar y ver que la misión no está atada ni a un lugar ni a unas personas. Que la misión realmente nos hace libres, que no nos ata. Ese día fue como el despertar a amar realmente la misión. Misión no atada ni a nadie ni a nada, a todos, misión, amor que nos hace libres, siempre abiertos a ir y hacer lo que sea y donde sea. Misión por algo grande y por Alguien.

Me siento afortunado porque Dios me ha dado la gracia de poder ser dominico misionero. Por haberme hecho libre y haber permitido que haya hecho cosas tan distintas y en lugares tan distintos. Y ahora una nueva misión, un nuevo reto. Lo afronto como lo he hecho con anterioridad, sabiendo que el que me ha llamado es fiel y que, aunque yo soy pequeño y muy limitado, con su gracia y su luz podré llevar a cabo la misión que los hermanos y que Jesús me han encomendado.

Una historia de amor, no romántica, sino real. Una historia de amor con altibajos, dudas, tentaciones, infidelidades, no es un amor platónico. Un amor que muchas veces hace sufrir y que otras veces da tantas alegrías. Pero al fin y al cabo un amor que fascina, que impulsa a seguir adelante, que llena y que da vida. Y por una gran misión, y no la nuestra, sino la de Él, la de Jesús de Nazaret, caminar con los hombres, enseñar a sus jóvenes y niños, curar sus heridas, perdonar sus pecados, compartir con ellos el pan de la Palabra y de la eucaristía, visitar a sus enfermos, enterrar a sus muertos, soñar juntos y luchar por construir un futuro mejor para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario