domingo, 9 de enero de 2022

PREDICACIÓN Y ESTILO DE VIDA, Fr. Pedro Juan Alonso

El VIII Centenario de la muerte de Nuestro Padre Santo Domingo es un acontecimiento que merece un número especial, pues nos demuestra la fidelidad de Dios a la Orden y a la Provincia del Rosario, que agradecemos porque nos abre a un futuro de esperanza. Nuestro nombre: ORDEN DE PREDICADORES, revela el carisma identitario. Para un dominico la predicación no es una función, ni una tarea, sino una misión y un estilo de vida.

Después de la entrevista a Juan Antonio Mayorga, vamos a empezar escuchando algunas voces que nos dicen qué necesitan y cómo nos ven. Fr. Bruno (exMaestro OP) diría, si estamos en “los lugares de intranquilidad del mundo” o por dónde andamos. Después nos escucharemos, plasmando nuestra realidad, desde los distintos ángulos donde predicamos, de cara a dejarnos criticar, sentir la necesidad de purificarnos o potenciarnos y animarnos mutuamente porque estamos donde nos necesitan.

Nuestra propuesta de fe exige escuchar primero nuestra llamada a la conversión al evangelio para escuchar a los hombres y mujeres de hoy y sus interrogantes. No estamos llamados a proponer sin más nuestra verdad. Tampoco es suficiente ir a los que vienen a nosotros. Esta actitud pasiva nos empobrece y no es la misión que nos encargó Jesús, ni quiso Domingo. Por otro lado, una predicación inspirada en «sobrevivir» o «morir con dignidad” no trasmite esperanza. La oportunidad del Centenario es llevarnos a lo esencial, a lo más genuino de nuestro carisma, que es una predicación con creatividad.

El orden más lógico para nacer y crecer en la fe es el de la primera comunidad cristiana: conversión, catequización y vida cristiana, con sus tres acciones: misionera ofreciendo el kerigma; catequética mediante la Palabra de Dios y pastoral sacramental. Este orden se ha perdido, encontrándonos cristianos sin evangelización, instalados, por lo que tenemos que evangelizar generalmente fuera de lugar e invirtiendo el orden.

Muchos bautizados no ven viable su fe en la sociedad y una “apostasía silenciosa”, ha implantado un neopaganismo con sus ídolos: un nihilismo filosófico, un relativismo moral y un pragmatismo hedonista y cínico, como conductores de la vida diaria. De esa antropología sin Dios mana el indiferentismo religioso, que explica y reduce el cristianismo a un producto cultural sometido al momento. No existe la verdad religiosa, lo cristiano es como las demás religiones, depende de cada hombre. 

Se ha despertado esta sociedad permisiva y de otro talante, instalándose entre los que se dicen cristianos, contradicciones como: el ir a misa e ir contra la vida en sus múltiples expresiones o entre lo que es pecado y no, de cara a la proyección pública; dando más importancia a la misa y a sus obligaciones y rezos que al escuchar la Palabra de Dios y la celebración del Misterio Pascual (no hace mucho todavía una señora, buena, colaboradora hasta económicamente, me dijo: Padre se habrá dado cuenta que ya no rezo el rosario desde que Vd. dijo que atendiéramos al evangelio); en fin, que no ha habido una transición del AT. (la ley, el rito, la obligación, ...) al NT. (el amor, la gratuidad) y la relación con Dios no parte de una experiencia religiosa de la bondad, de la misericordia de Dios; no digamos ya de la vivencia comunitaria de la fe o de la relación entre vida cristiana y caridad o el espíritu misionero. Todo esto lleva a imágenes de Dios muy poco evangélicas, normalmente causadas por una religiosidad de autoridad y no de llamada. Nuestro Padre intuyó el hambre de la Palabra, y la necesidad de la predicación de la gracia.

Por otro lado, la predicación, en sus múltiples expresiones también encuentra hombres y mujeres partiendo libremente, sin otros condicionamientos previos o provenientes de sistemas u órdenes que hemos sacralizado, siendo desórdenes totales. Algunas preguntas son sustanciales a la hora de transmitir la fe predicando: ¿Transmitimos una adhesión viva a Jesucristo o una costumbre social que se está diluyendo a medida que crece la secularización de la sociedad? ¿No hay que pasar de una fe sociológica a una fe más personalizada y responsable? ¿No es necesaria una participación más existencial y comprometida por parte de las personas en la gestación de su propia fe?

Amplios son los campos de predicación y hoy tienen máxima importancia los medios digitales como canales de comunicación y llegada a un número considerable con nuestra predicación

S. Juan Pablo II ya decía que la parroquia era “insustituible e insuficiente”, célula vital para la vida comunitaria en la iglesia, acogiendo todos los carismas que la componen y sintiéndose en referencia de comunión con ella. Acompaña todos los estadios de la vida de la persona, sin delimitación de personas, grupos sociales o condiciones, como de hecho encontramos en otros ámbitos de predicación. La parroquia no agota todas las posibilidades de evangelización de un dominico, ni sus perspectivas apostólicas, sería una pobreza y más si menoscaba la vida comunitaria de los frailes.

Como dominicos asumimos la vida de comunidad como algo propio de nuestro carisma en el seguimiento de Jesús. Se trata de predicar desde la escucha en comunidad, desde el modo de vivir (oración, estudio, vida fraterna, ...) como expresión por medio de la palabra de un testimonio creíble. No cabe duda de que nos permite trasmitir una imagen coherente de nuestra vida dominicana.

No será una fórmula la que nos salve, sino una Persona que cumple sus promesas (Benedicto XVI) ¿Cómo ser fieles y a la vez creativos en la predicación? El problema del lenguaje existe con los cristianos y mucho más con los que no, sumándose a las causas de abandonos y malentendidos. La novedad de Jesús, su mensaje, ya en sí, podemos decir que encierra una cierta selección a la hora de su aceptación. Digámoslo claro y rápido: la razón es el compromiso, el que descentra la vida y esto, cuesta y no gusta.

No obstante, la predicación requiere una elegancia y no referida a la ampulosidad o abundante literatura, sino referida a la sencillez, claridad y a la fidelidad; requiere un respeto, no confundiendo la cercanía con la vulgaridad. La creatividad del lenguaje debe estar al servicio de los contenidos, buscando expresiones más claras y comprensibles. No vale todo, ni de cualquier manera. La predicación no preparada suele sonar a discursos comunes, tópicos manidos o moralinas fáciles, que hacen reír, pero no alegran el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario