miércoles, 18 de octubre de 2017

S. MARTÍN DE PORRES SIGUE AYUDANDO A LOS MÁS NECESITADOS EN FILIPINAS, por Fr. Laurentino García OP

En la carta que Fr. Bruno Cadoré, OP, Maestro de la Orden de Predicadores, dirige a la Provincia de Nuestra Señora del Rosario al final de su visita a los ministerios de dicha provincia en el Oriente, hace alusión a la dificultad de la predicación directa del evangelio en China y recomienda las “obras de caridad y de misericordia que intentan aliviar el sufrimiento humano de diversas formas (lo que en el lenguaje secular se denominan ´obras sociales´) y que son formas elocuentes de predicar la misericordia de Dios. Estas obras sociales son una respuesta a las necesidades humanas, fortalecen las relaciones entre personas, siembran buena voluntad y preparan a la gente para escuchar más atentamente el evangelio.”

Es cierto que la situación religiosa, social y política en Filipinas es muy distinta de la de China, no obstante, la recomendación del Maestro de la Orden es válida también para Filipinas. En la situación de extrema pobreza y marginación que vive un alto porcentaje de la población, la predicación del evangelio es más elocuente si va acompañada de ´obras sociales´. Como dicen las Actas del capítulo general de Bolonia (capitulo II): “Las obras de misericordia corporales y espirituales son una predicación, porque proclaman el amor misericordioso de Dios.”

Desde el primer momento en que se instituyó el Vicariato fuimos conscientes de que teníamos una misión a largo plazo en Filipinas y que nuestro apostolado sería más efectivo uniendo al ministerio sacramental y docente el ministerio de obras sociales: aliviar los sufrimientos físicos y morales, buscar remedio a las necesidades humanas, mejorar las relaciones personales y sembrar buena voluntad. Decidimos seguir con nuestro trabajo tradicional en las parroquias y colegios y al mismo tiempo potenciar el servicio médico a través del hospital de caridad San Martín de Porres, comenzar un proyecto de viviendas sociales donde las familias pudieran vivir dignamente, instituir un fondo para becas de estudiantes pobres, y organizar un programa de ayuda que garantizara la alimentación básica de los estudiantes de las escuelas públicas dentro de la parroquia. En la misma línea de ‘obra social´ está la construcción de la granja que da trabajo a 15 empleados y la ayuda prestada a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en el establecimiento de sus dos residencias para ancianos en Filipinas.

Al hospital de Caridad de San Martín de Porres lo mantiene la Divina Providencia. Pero a veces la Providencia llega con retraso y la directora del hospital pide auxilio al Vicariato, donde la Providencia también trabaja. En cierta ocasión la Dra. Aleli Quirino me llamó para agradecer un donativo del Vicariato para cubrir una urgencia y me comentó: “En el hospital estamos muy agradecidos a la comunidad de Dominicos y a la parroquia. Pero vosotros también debéis estar agradecidos al hospital: la apreciación de los Padres por parte de la gente ha cambiado radicalmente. Ahora os miran con aprecio y respeto.” Estoy seguro que el mismo cambio ha tenido lugar en la apreciación de la gente por la religión.

En San Martín no solamente se dan prescripciones médicas, o se hacen radiografías, o se operan tumores. El hospital es una escuela de teología. Por muchos años se ha entretenido a los pacientes que esperaban su turno en las consultas con clases de catequesis. Una doctora ya jubilada con un carisma especial para compartir su fe y sus conocimientos dedicaba más de una hora diaria para impartir catequesis. Sabía mucho de religión, vivía profundamente su fe y tenía la virtud de saber comunicarse con los oyentes. Algunos de los empleados se unían a los pacientes para escucharla. Cuando ella faltó, una profesora de escuelas públicas y miembro del laicado dominicano la sustituyó.

La pequeña capilla del hospital está situada en el centro del edificio y es el centro de inspiración de todo el trabajo de caridad que se ejecuta en el hospital, que es mucho. Las estadísticas del año 2016 hablan de 2,922 pacientes ingresados y de 28,688 pacientes tratados en el hospital sin llegar a ser ingresados.

Nuestra primera becada, Lourdes, buscaba trabajo con la esperanza de compaginar el trabajo con el estudio. La ayudamos y terminó la carrera, quedando como profesora en el mismo centro donde estudió. Hoy es profesora en uno de los colegios de más renombre: La Salle, viviendo en una de las casas que hemos construido en Sta. Rosa. Lourdes dedica parte de su tiempo libre como catequista en la capilla de la urbanización Veracruz. Su agradecimiento es doble: por la ayuda recibida en sus estudios y por la oportunidad de comprar a precio accesible una casa donde comparte su vida con su madre y su hijo.

Hace unas semanas falleció a los 40 años uno de nuestros becados, dejando tres niños. Pertenecía a un grupo de becados de nuestro Colegio Aquinas que estaban muy unidos y han continuado la amistad a pesar de tener distintos trabajos. Los compañeros becados se han comprometido a responder por la educación de los tres huérfanos. Una forma bonita de agradecer la ayuda que ellos recibieron.

La parroquia del Santo Cristo subvencionó los cuatro años de carrera de cuatro chicas jóvenes que querían ser catequistas. La carrera está oficialmente reconocida y las habilita para enseñar en colegios públicos y privados. Solamente se las pedía enseñar luego en las escuelas públicas de la parroquia por un tiempo. Una de ellas dejó de enseñar al contraer matrimonio y fundar una familia. Las otras tres siguen fieles a nuestra parroquia, a pesar de que han recibido ofertas de escuelas públicas y privadas donde ganarían doble de lo que reciben. Aparte de la enseñanza en las escuelas, dedican la mañana del sábado y del domingo a dar catequesis a los niños que voluntariamente acuden a recibirla. Además, se encargan de preparar los cantos y la liturgia de la misa de los niños.

Son varios cientos los que han terminado carreras universitarias gracias al programa de becas del Vicariato. Los becados participan en las actividades de la parroquia mientras están estudiando. La mayoría de ellos siguen fieles a la parroquia colaborando como lectores, miembros de los coros, en organizaciones parroquiales y en programas especiales después de graduarse. Algunos contribuyen regularmente con donativos para el fondo de becas.  No les exigimos nada, lo hacen voluntariamente.

Para quienes hemos nacido en casa propia y vivido en habitación conventual de uso exclusivo no resulta fácil imaginarnos lo que significa vivir de renta, compartiendo baño y cocina con otros inquilinos, sin privacidad, en lugares malsanos, en ambientes degradados y rodeados de peligros de todo tipo. Las zonas de chabolismo de Manila son bien conocidas de todos. Y en este ambiente vivían muchos de nuestros feligreses y la mayoría de profesores y empleados. Los sueldos que recibían hace 27 años no les permitían soñar con una casa propia, aunque fuera humilde.

El Vicariato fue consciente de esta situación y estudió diversas alternativas para ofrecer a los empleados una vivienda digna. El Vicariato se adelantó a lo que nos recuerdan las Actas de Bolonia: que la confianza que Dios ha puesto en la Orden de Predicadores “requiere un encuentro confiado con el mundo, y responsabilidad y compromiso con las situaciones humanas de mayor vulnerabilidad.” Sin duda que la realidad en que vivían nuestros empleados era una situación humana de vulnerabilidad.

En la urbanización Veracruz, donde la mayoría de residentes son beneficiarios de nuestro plan de viviendas, se ha construido una capilla donde el párroco celebra misa los sábados, se han organizado Comunidades de Base, se ha formado un coro y se imparte catequesis para los niños y jóvenes. Todo ello fruto de la iniciativa de los residentes. Para muchos de los beneficiarios el hecho de poseer una casa en propiedad es una bendición muy especial de Dios a través de los Padres y muestran su gratitud ofreciendo su servicio en las actividades religiosas y en el cumplimiento responsable de sus obligaciones laborales.

Aunque la implementación de los proyectos sociales ha sido realizada por personas concretas, la comunidad ha jugado un papel decisivo en la planificación y en tomar las decisiones importantes. Sin su incondicional apoyo no se habrían podido realizar la mayoría de los proyectos. Y así lo han entendido los beneficiarios. De hecho, la mayoría de muestras de gratitud van dirigidas a la comunidad.

Es mucho lo que se ha hecho en la línea de obras sociales, pero es mucho más lo que queda por hacer. La comunidad que proyectó y ejecutó las obras sociales mencionadas está jubilada o a punto de jubilarse. Esperamos con confianza que la generación que reciba el testigo descubra las necesidades de la sociedad actual, elabore otro proyecto en respuesta a esas necesidades y encuentre el apoyo necesario para su implementación.

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