Los obispos han publicado por separado mensajes y normas similares, explicando el modo de proceder. Como ejemplo describiré lo que se hizo en la diócesis de Fukuoka, en donde tenemos la parroquia Regina Mundi.
Del 27 de
febrero al 14 de marzo se suspendieron las misas públicas (posteriormente se
prolongó al 30 de mayo) y todos los fieles fueron dispensados de la
obligación de participar en la misa los domingos durante este período. Al mismo
tiempo, se pidió que los sacerdotes celebraran misas en privado rezando por los
fieles. Nosotros no dejamos de celebrar misa en nuestras iglesias, pero en
privado.
El obispo autorizó reanudar la celebración
pública de la misa y retomar otras actividades parroquiales a partir del 1 de
junio con varias normas entre las que se encuentran: ① Tener la iglesia bien ventilada durante la celebración. ② Mantener la distancia física entre las personas y evitar los espacios
cerrados y las aglomeraciones de personas. Por esto, en nuestra parroquia la
gente se sienta separada, hemos aumentado el número de misas, celebrando la misa
todos los días y los domingos tres veces, dos veces en japonés y una vez en
vietnamita para los cientos de jóvenes vietnamitas que trabajan y viven cerca
de nosotros.③ Todos los asistentes deben usar mascarillas y desinfectarse las manos
con alcohol al entrar en la iglesia. En nuestra iglesia además se les toma la
temperatura y quien tenga fiebre no se la deja entrar. ④ Cubrir el cáliz y el copón con las formas para los fieles durante la
plegaria eucarística. Poner en recipientes distintos las formas para el
celebrante y las de los fieles. ⑤ Antes de distribuir la comunión, el sacerdote y los ministros de la eucaristía
han de lavarse las manos y usar mascarillas a la hora de distribuir la
comunión. ⑥ Evitar cantar durante las celebraciones. ⑦ Se prohíben las fiestas y comidas
después de las celebraciones litúrgicas…
Durante estos meses he observado como el
Covid-19 afectaba la vida de nuestras parroquias de dos maneras muy diferentes:
1. En primer lugar, durante los meses sin celebraciones litúrgicas públicas, se aconsejó a los fieles rezar en casa y seguir las misas por internet. Pero las parroquias sufrieron un gran vacío, como un parón de la vida ordinaria de la iglesia. Poca gente venía a la iglesia, a solas para rezar, porque sentían necesitarlo, pero la gran mayoría de fieles no se dejaron ver, como si hubieran desaparecido; fue como si la iglesia se hubiera convertido en algo irrelevante e innecesario,... y sin embargo, la vida social seguía adelante: tráfico ruidoso por todas partes, restaurantes, cafés, supermercados abiertos y llenos de gente, los fines de semana mucha gente paseando con amigos por las calles del centro de la ciudad (y todos usando mascarillas), etc.
2. En segundo lugar, al permitirse las misas públicas durante la epidemia de Covid-19, se ha multiplicado el trabajo en las iglesias, porque ahora todo se hace en grupos más reducidos, y además porque se ha notado una vuelta a lo religioso, con una mayor asistencia de gente joven y ancianos a misa, así como gente no cristiana deseosa de estudiar el cristianismo y ser bautizados, ... En sus caras al salir de Misa muestran contentos y agradecidos el amor y la cercanía de Dios al recibir los sacramentos y oír la Palabra de Dios en nuestra predicación sencilla y fácil de entender, en donde captan la gracia de Dios actuando en medio de sus vidas, colmándolos de paz, alegría y bendición.
Parece ser como el comienzo de un nuevo amanecer de la fe cristiana en Japón. Para que esto pueda suceder, hemos de ser fuertes y permanecer firmes en la fe, cercanos y apoyando a nuestros fieles. No tengo duda de que más que la personalidad de los frailes, lo que más atrae a la gente a nuestra parroquia es el poder recibir los Sacramentos, y al mismo tiempo el consuelo y respuesta a sus preocupaciones e incertidumbres, o miedos por el Covid-19. En este sentido, el Covid-19 puede ayudar a crear un tiempo nuevo de evangelización, que debemos saber discernir y potenciar.
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