El panorama social, moral, político, económico, la proliferación del pluralismo religioso, o la adaptación de nuestra fe a las necesidades particulares de cada uno, intentan envolvernos en un humanismo inmanentista, donde Dios no tiene cabida. Nos dejamos despojar de lo que hasta el momento hemos conocido como cultura cristiana y nos revestimos de las modas del momento.
Ante este horizonte, la Iglesia propone nuevos campos de evangelización atendiendo a las nuevas realidades como son: la religiosidad popular renovada, nuevos modos de compromiso cristiano (movimientos, carismas laicales, juventud misionera, servidores de la palabra…), nuevos modos de compromiso social y lo que han llamado los padres sinodales “los modernos areópagos”, donde está naciendo una nueva humanidad y donde se deciden los nuevos rumbos de la sociedad, esto es, los medios de comunicación social, la economía, la ciencia, la cultura y el arte. Y es en este último aspecto en el que me quiero centrar, la evangelización a través del arte.
Con motivo del VIII Centenario de la muerte de Santo Domingo, el Vicariato de la Provincia del Rosario en España nos encomendó la organización de una exposición itinerante bajo el lema “En la Mesa con Santo Domingo”. Una muestra que nos ha posibilitado llevar el mensaje de Cristo, bajo el prisma dominicano, a cerca de nueve mil personas, en diez localizaciones geográficas diferentes, dentro del territorio español. Y a muchas más, a través de las redes sociales y los medios de comunicación, que han visualizado, lo que me atrevería a definir como una experiencia religiosa.
Propusimos una lectura integral e integradora de todos los elementos que formaban parte de la exposición, sin contraponer la visión religiosa de la laica. No era nuestro objetivo crear una exposición serial, ni etnográfica, ni tan siquiera una visión historicista de quien fue Santo Domingo de Guzmán. Nuestro objetivo fue construir un discurso a través de diversas piezas artísticas que permitieran al espectador contemplar las obras de arte al tiempo que crear y generar sentimientos que posibilitaran la comunicación y el diálogo con la trascendencia.
Un gran porcentaje de los espacios donde se ubicó la exposición fueron conventos dominicos. La mayoría de los visitantes asistían desde su condición de creyentes, lo que facilitaba percibir los dos niveles de realidad de la muestra: el natural a través de las obras artísticas, y el sobrenatural imperceptible.
Dos niveles que se complementaban para proyectar conjuntamente nuestro mensaje: ¿Qué significa aquí y ahora estar sentado a la mesa con Santo Domingo? Pero también expusimos en espacios que un día fueron conventos y hoy se han convertido en espacios puramente culturales. Allí constatamos que el arte sagrado es aquel que no sólo es capaz de cautivar por una expresión artística, sino que al mismo tiempo es capaz de emocionar.
Hubo quienes llegaron con el interés de una contemplación puramente externa y experimentaron, como aquel Hospedero, el diálogo con Dios a través de Santo Domingo de Guzmán. Sin duda podemos decir que hoy la evangelización a través del arte es posible y necesaria.
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