Es a través de este arduo trabajo de escuchar que una persona está formada y equipada para ser un predicador. Cuanto más alta es la etapa de la formación, más atento debe ser un hermano, para estar preparado para la profecía del oficio de predicación. La escucha atenta conlleva varias acciones contemplativas, como estudiar, orar, discernir, reflexionar y observar, etc. Como dominico, uno no está llamado a ser un predicador que no deja de hablar (en sentido literario), más bien está llamado a ser un "predicador que escucha", un predicador que sabe cuándo hacer una pausa y escuchar contemplativamente.
Puede ser fácil "formar" predicadores que hablan elocuentemente, pero es bastante difícil y requiere mucho tiempo formar predicadores que escuchan. Hay etapas de formación que un futuro predicador debe atravesar en su vida y, de hecho, es una formación de por vida.
En primer lugar, el prenoviciado o postulantado es la primera etapa que debe recorrer un aspirante para iniciar un proceso de formación permanente. En esta etapa, se introduce a saborear la vida de un predicador que naturalmente implica oración, estudio, comunidad y apostolado. Es la génesis de un camino de vida donde hay que hacer un discernimiento vocacional teniendo en cuenta toda la información recibida durante el período. Aparentemente, es el período en el que un candidato aprende a escuchar.
En segundo lugar, el noviciado es un período de prueba intensivo en el que el candidato es examinado en profundidad para ver si está humana, psicológica, intelectual y espiritualmente apto para ser un predicador. El programa de noviciado de un año obliga a los novicios a estudiar a fondo la Orden de Predicadores y otros materiales relacionados con la vida espiritual y religiosa, seguidos de un profundo discernimiento. Al final del año, el candidato debe poder tomar una decisión firme entre profesar para ser miembro de los predicadores o irse.
En tercer lugar, el llamado estudiantado es el escenario que se prepara para que los hermanos estudiantes profesos realicen estudios filosóficos y teológicos durante varios años. Los hermanos profesos deben recibir una formación intelectual adecuada y una experiencia integral de la vida de los predicadores en esta etapa. El estudio asiduo es indispensable para un predicador, no solo en el tiempo de estudiantado, sino durante toda su vida.
Usque ad mortem. Con esta solemne declaración, el hermano promete ser un predicador perpetuo en su profesión final. Un predicador no se forma en un día ni en diez años; su formación es más bien permanente. Como predicador, el estudio continuo e incansable y la predicación del Evangelio en todas sus formas será su misión de por vida. A lo largo de su vida, una vida de oración contemplativa debe sostenerlo para experimentar a Dios sobre quien debe predicar "a tiempo y a destiempo". Equilibrar su vida contemplativa y activa siempre lo convertirá en un "predicador que escucha" saludable.
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