martes, 7 de febrero de 2023

Predicador incansable de la Gracia, Rocío y María, laicas OP

Qué honor y qué alegría sentimos cuando se nos pidió escribir para Amanecer un artículo sobre el legado de Jesús Villarroel (Chus), ¡qué mejor sitio que este para hablar al mundo de nuestro testimonio con Chus! ¡gracias!

Somos más que amigas, somos hermanas de “Maranatha”, nuestra comunidad carismática y nuestro vínculo principal es Jesucristo y fue Chus quien nos llevó de la mano con su amor y ternura, con su carisma y su predicación, a descubrirle, vivir de su amor y disfrutarle.

Cada una de nosotras hemos conocido a Chus en momentos diferentes de nuestras vidas y por motivos diferentes, pero las dos inmersas en un gran dolor y un corazón abierto y necesitado.

Llegamos al Señor, como muchas personas, rotas y necesitadas, cada una con su rollo, cargadas de dolor y a pesar de los cientos de personas que siempre rodeaban y demandaban a Chus, él sin dudarlo nos acogió y nos llevó de la mano con su carisma, su unción y su amor hacia ese Jesucristo-hombre, a vivir de su Amor infinito, a ese Amor loco que el Señor nos tiene y que le llevó a dar su propia vida por nosotros a cambio de nada y sin pedirnos nada a cambio y lo mejor, sin merecerlo. Y como no podía ser de otra manera, este Jesús que nos ama gratuitamente, que nos ama no por ser buenos y perfectos sino tal y como somos, nos cautivó de tal manera que nunca nada ya volvió a ser igual en nuestras vidas.

Esta maravillosa experiencia del amor de Dios en nuestras vidas la vivimos siempre en comunidad y de la mano de Chus, a quien el Señor regaló tantísimos dones. Somos muchos sus discípulos, nosotras dos somos tan solo un ejemplo muy pequeñito de lo que el Señor ha hecho en Chus y como consecuencia de esto, en millones de personas por todos los continentes de este planeta.

Predicador incansable de la Gracia, como nos dijo el padre Vicente Borragán O.P en la homilía del funeral de Chus: “Chus iba por delante de todos en esto de la gratuidad, lo vivía de tal manera que volaba ¡volaba!”

Si le pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine a Chus, para que podamos plasmar aquí en unas líneas un poquito de su semblanza, lo que nos viene enseguida al corazón es su enorme carisma, que le envolvía y le daba tanta luz que desbordaba atrayendo a muchísima gente. Su predicación y su gran corazón, su trato cercano, amable y sencillo emanaban aire fresco de sabiduría, cariño, sencillez y acogida para todo el mundo. Era el don de Jesús en Chus, para llevar a cabo su misión en la vida. Y así lo hizo hasta su último respiro en esta vida.

Chus era un hombre inteligente, muy culto y formado, con gran sentido del humor, fuerte y con los pies en la tierra, siempre abierto a conocer experiencias y personas nuevas y nada dado a levitar por las alturas por su cuenta.

Amaba la sencillez y disfrutaba de la vida como nadie, amaba su vida, su comunidad y su vocación. Dominico convencido y agradecido, impulsor de la renovación carismática católica en España, predicador incansable de la gracia, la misericordia y el Amor de Jesucristo. Vibraba de felicidad cuando compartíamos alrededor de una mesa con los hermanos y si era con vinito y patatas revolconas, mejor que mejor, discutiendo de temas teológicos, de vivencias, testimonios de unos y otros que nos alegraban y alimentaban a todos el alma para terminar cantando canciones carismáticas a toda voz y “las mañanitas” a todos los que cumplían años ese día. Siempre en comunidad siempre rodeado de hermanos.

Todo lo que Chus iba viviendo tenía una segunda vida en sus libros y en su palabra, le encantaba escuchar a todo tipo de gente que le parecía interesante desde el punto de vista del don y al que no sabía que estaba buscando, se lo descubría Chus, porque, su mayor carisma era provocar la conversión en las personas, que todos abrieran su corazón al Señor, al Espíritu Santo.

Si hablamos de Chus tenemos que hablar de las mujeres, como nosotras dos. Valoraba mucho la fuerza de las mujeres, y le encantaba rodearse de nosotras, aunque a veces se tenía que escapar pues atraía como un imán. Nos contaba la relación espiritual de Santo Domingo de Guzmán con Diana de Andaló y que recogió a unas cuantas cátaras, les habló del Señor, se enamoraron de Él y se transformaron en dominicas, como nosotras. Con Chus todo pasaba a través del amor y de la experiencia de Jesucristo.

Anclaba el don de sabiduría, que recibía, en la corriente dominicana y le gustaba releer a Santo Tomás, para tomarle prestadas algunas palabras que explicaban la Gracia que iba recibiendo. También le escuchamos frases que han resultado proféticas y nos contó que una señora recuperó la vista después de imponerle él las manos, así que la fuerza del Señor se manifestaba en él a través de muchos dones.

Chus acogía el don del Espíritu Santo con una capacidad extraordinaria, sin cuestionarlo, con la fe de un niño, pero de una forma tan inmensa y profunda que no parecía tener fondo. Su teología de la gratuidad, repetida incansablemente durante más de cuarenta años, no era ni muchísimo menos teórica, sino desde la vivencia más profunda y esto nos lo regalaba a todos con gran cariño, alegría y entusiasmo.

Hasta el final tuvo alma de niño y ganas de disfrutar y de que todos fuéramos felices, con esa predicación profunda y espontanea al mismo tiempo y que una y otra vez nos transmitía con tanto Amor y pasión: Dios es Gratuito, se nos ha dado gratuitamente a todos, Dios es Amor y nos ama tal y como somos, Jesucristo es el Señor, nuestra Justicia. El cielo ya nos ha sido regalado a todos por la gracia de Dios a través de nuestro Señor Jesucristo.  ¡Gloria al Señor!

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In memoriam: P. Jesús Villarroel OP (1935-2022)


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