martes, 6 de abril de 2021

ENTRE EL MIEDO Y LA ESPERANZA, CONFIANZA, Fr. Antonio de la Huerta Burgos, OP

Cuando entablaba conversación con algún sanitario, la impresión que sacaba era de que estaban cansados, asustados, agobiados, abatidos, atemorizados, desorientados porque no sabían cómo actuar contra el virus, y que sobre todo se sentían enviados a la guerra sin conocer al enemigo, sin armas y sin el equipo necesario. Era frecuente ver a los sanitarios por los pasillos con bolsas de basura protegiéndose los pies y la cabeza; y mucha imaginación, fabricaban batas protectoras, las mascarillas eran un lujo.  

Eran imágenes surrealistas, tercermundistas pero reales, auténticas, verdaderas. Mediado el mes de abril comenzó a llegar el tan necesario material sanitario: guantes, mascarillas, batas, hidrogeles, “EPIS” … y, en mayo y junio casi casi llegó la normalidad. Pero en septiembre y en octubre ha salido el “bicho” a pasear, y a día de hoy, 31 de octubre, el virus anda desbocado y haciendo estragos por todo el territorio nacional y europeo. 

Raro es el día que, al cruzarme por la calle con vecinos, conocidos del barrio, feligreses de la parroquia no me pregunten, «¡Hola Padre Antonio!, ¿cómo está?, ¿cómo le va por el hospital?, pues bien, para no ofender a Dios. ¿Cómo se está portando el “bicho” en el hospital?, pues haciendo de las suyas a veces. Tenga cuidado, cuídese, muchas gracias ¿No tiene miedo al virus estando todo el día en el hospital?» A esta pregunta contesto seguidamente. 

Entre el MIEDO… ¿Qué es el miedo? Es la alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad. Partiendo de esta definición de miedo, digo que, en lo personal, cuando me llamaban solicitando los servicios religiosos para un COVID me corría un escalofrío por todo el cuerpo, los pelos se me erizaban y surgían en mí infinidad de preguntas, que lejos de tranquilizarme me llenaban de ansiedad. Tengo que decir, alto y claro, que como no podía ser de otra manera, siempre han puesto a mi servicio el material suficiente y necesario para protegerme del “bicho”. Desde aquí envío mis gracias a la Dirección y a los servicios sanitarios que me ayudan en cada momento. 

Tuve miedo y sigo teniéndolo a la inacción, negligencia, incompetencia, ineptitud y a veces ignorancia de nuestros políticos y gobernantes. Recuerden que desde el 14 de marzo y hasta el final del confinamiento todos los días y a la misma hora, desde los balcones y terrazas nos aplaudían como a héroes. Que sepa esta gente que nos aplaudían y nuestros políticos, que fuimos héroes a la fuerza, y que más que héroes hemos sido víctimas, y que no queremos ser héroes sino servidores de los enfermos. 

Tuve miedo y sigo teniéndolo, a esas personas, sean jóvenes o adultas, que irresponsablemente se saltan, a la torera, los protocolos que dicta Sanidad convirtiéndose en multiplicadores del virus. En la actualidad tengo más miedo al virus estando por la calle que estando en el hospital. En la calle solo tengo la mascarilla, en el hospital tengo el material necesario para mi protección. 

… Y la ESPERANZA… La esperanza es el estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende es posible obtenerlo. Me refiero a la esperanza como acto humano, no a la virtud teologal. Desde este punto de vista espero, quiero, deseo, exhorto…  

A los sanitarios, que sigan siendo ejemplo para la sociedad de profesionalidad, entrega, dedicación; a la población en general que sea responsable, que comprenda que no estamos jugando al escondite con el virus; a los políticos y gobernantes regionales y nacionales, que trabajen por construir puentes que faciliten el encuentro, el entendimiento y la colaboración de todos y en favor de todos, porque lo que está en juego no es la vida o muerte de  unos partidos políticos, sino la vida y la muerte de cientos de miles de personas. 

…LA CONFIANZA. Y la confianza es seguridad o esperanza firme que alguien tiene de otro individuo o de algo. Pero para eso se necesita fe. Fe en ese “otro individuo”, que en nuestro caso es Dios.  

Leyendo las páginas de la Biblia nos encontramos con un grupo social conocido con el nombre de “Anawín”. Estos eran los marginados, olvidados por la Ley y la autoridad religiosa, solo tenían como patrimonio la Fe, la Esperanza y la Confianza en Dios-Yahvé, que promete y cumple.  

Querido lector, durante estos ocho meses de pandemia ¡cuántos infectados Covid!; ¡Cuántos aislados-hospitalizados sin el consuelo de una caricia familiar y sin asistencia espiritual!; ¡Cuántos familiares no han podido despedirse de sus deudos!; ¡Cuántos sanitarios están sufriendo las consecuencias psicológicas de asistir a pacientes que no encontraban al día siguiente! Se cuentan por miles y miles. Y a los que han vencido al virus, ¿quién les asegura que no sufrirán efectos secundarios? Estos son los “Anawín” de nuestro tiempo reciente. Algunos de ellos o muchos, eran hombres y mujeres de mucha Fe, y Confianza en Dios nuestro Señor. Otros quizás con poca o ninguna fe en Dios, pero no dudo de que eran o son buen@s hij@s, buen@s espos@s, buen@s padres - madres. 

Como sacerdote, y desde la pastoral de la salud en este hospital, imploro del amor, de la misericordia y de la compasión de Dios, el consuelo, la fortaleza, la salud… para los que han superado el coronavirus; y para los que han partido al encuentro del Padre-Dios, que los reciba, los acoja y les dé   el descanso eterno cabe Él, “porque estar contigo es con mucho lo mejor”. (Filipenses 1,23)

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