José Jiménez Lozano nació en Langa, Ávila, España,
en 1930. Licenciado en Derecho, Filosofía y Letras y Periodismo, recibió el
Premio Cervantes en 2002. Trabajó, en su última época como director en el
periódico El Norte de Castilla desde 1958 hasta 1995. Además de su trabajo como
periodista posee una amplia obra literaria en el ámbito de la novela, el ensayo
y la poesía. En 2017, el papa Francisco le otorgó la máxima distinción de la
iglesia católica para un seglar, la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice.
No es que la gente deje de creer o pueda mantener
su fe sólo por la forma de transmitir el Evangelio a través del lenguaje ¿Pero
no cree que el lenguaje actual de los predicadores (homilías, sermones, etc.) y
sacerdotes, así como su conceptualización están completamente desfasados con
respecto a las necesidades actuales de los creyentes? Es decir ¿qué importancia
tiene, en la hora actual, el lenguaje como medio para la transmisión de la fe?
En todos los tiempos el
lenguaje es un vehículo de expresión, y uno de los grandes problemas de hoy es
que el lenguaje heredado, que es el normal, no se entiende, gracias al descenso
cultural y al interés por el lenguaje de la koiné comercial norteamericana, y se habla en una jerga incolora, e insípida
que sólo puede expresar banalidades, un lenguaje que es desecho del viejo riquísimo lenguaje
que todavía hablan muchas gentes; y es de suponer que, si alguien quiere decir
algo serio lo diga en el debido lenguaje, porque, si quiere utilizar el
lenguaje al uso, desde luego que no podrá decir nada serio. Y concluirá por
falsear el contenido de lo que quiere decir.
Pondré un caso de
facilidad de lenguaje en la propia liturgia; decimos ahora en el Credo que el
Hijo es de la misma naturaleza que el Padre, lo que ocurre con todos los hijos
y es una vulgaridad repetirlo, pero, además, como es persona distinta del Padre
y no dice que es de la misma sustancia, ya se habla de dos dioses por lo menos,
como hizo notar en su día Étienne Gilson. ¿Cuesta tanto decir “consustancial” y
explicar las cosas? En los demás países europeos se ha dejado “consustancial” ¿Es tan difícil explicar las cosas a quien lo necesite y
no decir una vulgaridad en el mismo “Credo”?
Parece, en cualquier
caso, que el científico, el jurisconsulto o el médico y el periodista serio no
nos explican las cosas en su argot de oficio, pero tampoco en el género banal
en que se hablan o se comunican las banalidades del vivir diario.
Podríamos decir con Burckhardt
y con Mandelstam que los liberales secularizaron el lenguaje y con esto
perdimos los nombres y los conceptos de la tradición cultural propia y de la
religión ¿Es que creemos que se va a ganar algo en utilizar el dialecto
impuesto para el jolgorio y la compraventa? Y haría en fin una advertencia a la
presencia de que algo tan serio como el mundo de lo religioso entre en la
Autopista de la Comunicación, y ya Kierkegaard advirtió que lo religioso en el
mundo o es mundanidad o sería mirado como curiosidad, o puede salirse de allí,
de aquella autopista como un desecho.
En su obra ha tratado en numerosas ocasiones,
incluso en su momento se le acusó de jansenista, una posición que -por decirlo
sin muchos matices- refleja, también, el intenso debate teológico que los
dominicos, entre ellos algunos españoles, mantuvieron hace siglos con los
jesuitas: la salvación se alcanza por las obras de los hombres o por la gracia
divina. En un mundo tan caótico como el actual ¿la salvación nos vendrá por lo
que creemos o por lo que hacemos?
Es divertido, en
Checoslovaquia, donde las camaradas premiaron la traducción de mi novela,
“Historia de un otoño” en los años de la “Carta 77” entendieron las cosas a
derechas, sin hacer referencias a ninguna teología, jansenista o no, sino a la
conciencia civil de las monjas de Port-Royal: se trataba de una cuestión de
hecho: ellas no podían decir lo que Roma, el episcopado francés y la Sorbona
las preguntaban sobre proposiciones teológicas de San Agustín que estarían en
Jansenio o no. En su caso`, subrayaron
simplemente que no eran teólogas y no habían leído, ni pensaban leer a Jansenio
ni a San Agustín. La defensa de una conciencia civil sobre un hecho físico – la
no lectura de algo que no iban a entender - es lo que hicieron las monjas, y se
cuentan en la novela las consecuencias que tuvo esa fidelidad a su conciencia,
una conciencia civil obligada a defender un hecho porque es verdad, sin otra
clase de motivaciones.
Lo curioso es que, en
España, salvo en Cataluña, donde según me informó Ernest Lluch parece que se
dieron algunas familias jansenistas, se llamaba jansenistas a los liberales
regalistas y, en la misma Francia jansenistas de la última hornada fueron buena
parte de los revolucionarios del 79. Mística degradada en política, según
Péguy.
En un libro que se hizo
entre nosotros yo pasé como jefe o único miembro de un partido jansenista. Es
maravilloso.
Ciertos comentaristas de su obra insinúan, sin
decirlo claramente, que pese a los numerosos premios y reconocimientos que ha
recibido por su obra, en cierto modo sigue siendo un escritor poco reconocido
para sus méritos, en parte porque se le ha tildado de escritor católico. ¿Le
molestan a Ud. este tipo de calificativos? ¿Cuándo escribe, por ejemplo,
algunos de sus relatos, lo hace con la conciencia de ser un escritor católico o
un escritor puede, quizá incluso debe, separar su profesión de fe de su, por
así decirlo, su profesión laboral, como si la literatura y la fe residieran en
compartimentos estancos?
Pues eso se dice: que una
cierta postergación se debe a lo que usted dice, pero sería divertido comprobar
que también los católicos aprobarían esa especie de postergación, y dejemos el
asunto.
Escritores católicos son
cualquiera de los padres de la Iglesia y quienes hoy escriben de temas
religiosos para ayudar a conformar el pensamiento a la moral o a la práctica
piadosa y el sentir católicos, pero un tema religioso o católico no hace
católicos un libro o una obra de arte, y en Occidente, contrariamente con lo
que sucede con el icono oriental, no hay arte religioso, sino arte naturalista
de tema religioso.
El Papa Gregorio I
(590-604) estableció enérgicamente que las pinturas no son sacramentos ni
epifanías divinas, sino asunto de este mundo, cosa de hombres.
En Francia se habló de
escritores católicos y comentaba Mauriac con humor, pero con mucha razón “No
hay escritores católicos y lo digo yo, que soy uno de ellos” y fueron
escritores y poetas de un par de momentos en la historia de Francia. Y en
Inglaterra fueron llamados así también: “escritores católicos”, los escritores
conversos al catolicismo romano.
En España fue, en 1869,
cuando se hizo el primer expurgo literario en el que cayó también Cervantes
como perteneciente al momento imperial y católico, y un escritor por cierto que
volvió a ser expulsado de la enseñanza de la literatura por un Comité educativo
en 2007, no se sabe por qué.
En cuanto a mí, pienso en
lo acertados que han estado siempre los amigos del oficio, y digamos de la casa
de enfrente, que han tratado de dulcificar lo crudo que se ha vuelto aparecer
en España como católico, añadiendo siempre “católico heterodoxo”, e incluso
dijeron que mi “Los cementerios civiles y la heterodoxia española” era un
anti-Menéndez Pelayo, pero no parece que hayan adelantado mucho. ¡Qué lo vamos
a hacer!
En innumerables momentos de la historia se ha
afirmado que Dios ha muerto, en la hora actual, la desaparición de Dios se
produce por abandono o indiferencia ¿pueden y deben la Iglesia y los cristianos
buscar un remedio milagroso a ello o la situación ha alcanzado un punto de no
retorno que la mejor solución es retirarse a las catacumbas?
Hace ya muchos años que
Eric Voëgelin publicó su libro sobre “El asesinato de Dios y otros escritos
políticos”, porque esta muerte de Dios es un asesinato político, efectivamente,
aunque los teólogos han estado también jugando a la muerte y a la vuelta de
Dios, pero el asunto no es un juego. Lo cierto es que el mundo de lo religioso
experimenta un retroceso constante. Pero este retroceso no nace como las
lechugas, sino que está constantemente sugerido con el aire que se respira o
sencillamente impuesto; y lo que sorprende es que no haya habido una gran
resistencia cristiana ni civil ante la banalización del valor de la razón y la
existencia humana. El Dios de la zarza ni tiene nombre ni existencia como la
humana y es absolutamente transcendente, ya se mató a Cristo y a millones de
cristianos, pero nada más. La cosa no
tiene mucha más historia, pero la suerte del hombre y de la razón no está asegurada.
En numerosas partes de su obra ha tratado con el
espinoso asunto de la Inquisición en la que, como es sabido, los dominicos
tuvieron un destacado protagonismo. Ciertos historiadores afirman que se ha
exagerado su protagonismo, que ellos mismos fueron víctimas del contexto
histórico y doctrinal de la época. ¿Eran tan fieros como suelen ser pintados?
¿Debería la orden dominicana hacer autocrítica y -ahora que está tan de moda lo
de la memoria histórica- pedir perdón por los excesos cometidos?
El asunto de la
Inquisición española, castellana como se la llamó porque se fundó jurídicamente
en Medina del Campo, es muy claro: se trata de una institución para el
descubrimiento y castigo de los falsos conversos del judaísmo y del islam, a
los que más tarde se añadirían otras heterodoxias religiosas, pero muy menores
todas en relación con el judaísmo y su infiltración en la cristiandad.
El Gran Inquisidor se
convierte en el primer Secretario de Estado de Su Majestad, y el carácter
político racista de la Institución queda bien definido; y en sus Edictos quedan
explicitadas las conductas que revelarían y deben ser juzgadas como signos de
fidelidad clandestina a la “ley de Moisés” o “a la secta de Mahoma”: conductas
de alimentación, aseo, gestos y lengua y todo aquello que no sea la conducta y
la gestualidad del labrador no letrado o del hidalgo vasco. Todo lo cual reduce
la fe a una materialidad como comer tocino o pasar la uña por el filo de un
cuchillo o no encender lumbre los sábados etc., lo que convierte a la sociedad
en un régimen demagógico en el que no tener una ascendencia de labradores puede
ser impedimento para formar parte hasta de un Consejo Real, y también en una
sociedad de sospecha de unos frente a otros a favor del labrador iletrado y muy
en contra de todo oficio vil como el de comerciante o banquero.
El procedimiento procesal
fue ya muy criticado en su tiempo e incluso apelado en Derecho, porque, como
decía un cura de una aldea de Soria, en el siglo XV, él se sabía muy bien sus
“bolonias” y que los romanos tenían claro que el pensamiento no delinque; pero
la tortura desgraciadamente se practicaba en todas partes en Europa, en
tribunales civiles o no. E inquisidores
hubo de todos los talantes y colores La fama de saber que tenían justamente los
dominicos hizo que se echara mano de ellos, porque hubo un momento, en el tiempo del Gran
Inquisidor Niño de Guevara, en el que éste vio que los funcionarios
inquisitoriales habían bajado mucho de nivel y venían a dar razón a los que
decían que la Inquisición era “un cristo, dos candeleros y tres majaderos”,
pero el rey alegó que una renovación tan grande como era necesaria para tener
funcionarios competentes iba contra el prestigio de la Institución, y la cosa
fue tirando en muy precarias condiciones,
A mí me parece que, por
lo demás, que no hay que hacer comedias molierescas de pedir perdón después de
tantos siglos, y a tanta gente que nada tenía que ver con la maldad de la
institución.
Se suele reseñar -Ud. mismo lo ha perfilado en su
obra- el notable encaje que el espíritu castellano (firmeza, austeridad,
rigorismo, etc.) ha mantenido con la fe católica, en figuras tan dispares como
Santa Teresa, S. Juan de la Cruz, Fray Luis de León ¿existiría alguna
posibilidad que el carisma dominicano, iniciado por un burgalés como Domingo de
Guzmán, encapsule algo de ese binomio Castilla-catolicismo o se trata de una
mera coincidencia geográfica?
Yo no veo muy claro que
haya un espíritu castellano, ni que esto tenga que ver demasiado con su
religiosidad. La que construye el espíritu de estos hombres y mujeres son la
tradición y las instituciones religiosas del tiempo. En Castilla, por ejemplo,
cuando Europa y nuestros europeístas de entonces andaban tratando de que
encerráramos a los judíos en ghettos, se produjo la Reforma de la Iglesia
comenzada hacia 1380-90 y consumada con la Reina Isabel I, por lo tanto, siglo
y medio antes de Erasmo, de manera que Lutero no tuvo nada que hacer en España
por eso mismo.
¿Puede (o debe) un escritor, disculpe la insistencia,
catalogado como católico, a través de su palabra escrita, ofrecer a un mundo
mayoritariamente increyente testimonio de los valores religiosos y éticos del
catolicismo? ¿O quizá cuando uno se considera escritor cristiano el testimonio
debe proceder de su vida personal y no de su escritura?
En su vida personal desde
luego. Y los autores de nuestro teatro clásico, sin ir más allá, eran
catolicísimos pero sus obras eran muy contrarias al catolicismo. Un escritor es un católico o no, pero otro
asunto es si su obra literaria aborda una historia o un tema católicos o
cualesquiera otros, y ambos extremos se dan, por ejemplo, en Flannery O´Connor que era una escritora
católica no porque nos contara historias con alguna gente católica, sino porque
venía de una tradición católica irlandesa y en ésta se desarrollaba su imaginario de escritora, y
el ateo Santayana escribe de sí mismo: “Era hijo de la cristiandad; mi herencia
procedía de Grecia, de la Roma antigua y moderna, de la literatura y filosofía
de Europa. La historia y el arte cristianos contenían todas mis mediciones
espirituales, mi lenguaje intelectual y moral” Pero no es un escritor católico,
y probablemente en España es poco estimado porque se piensa que es un católico.
“¡España y yo somos así, señora”, como decía don Ricardo León.
Como excelente conocedor de la Biblia, qué tres
libros, capítulos o personajes recomendaría ¿para una persona que no cree?
¿Para una persona que quiere leer simplemente buena literatura? ¿Para un
creyente que se ve agobiado por un entorno abrumador de no creyentes?
Voltaire creía que el
libro de Job es el “summum” del genio humano, pero como diría el profesor
Malat, un egipcio, especialista bíblico en Oxford, cuando le recordaban que después de la Biblia
estaba Shakespeare, respondía que nada es literariamente comparable a aquella,
pero en ella hay narraciones y hay poesía, y dentro de estos géneros hay sus
gustos, una escena como la visita de Saul a la adivina, es tremenda, el libro
de Ruth tiene un gran encanto, el camino
silencioso entre Abram e Isaac hasta el monten donde piensa le va a matar es un
desconcierto, la poesía de Isaías y Jeremías asombrosa y de un asombro
inacabable. Y todo esto en el plano literario es igual para un ateo que para un
no ateo, la lectura del cristiano o del judío cumplidor de la ley son
necesariamente diferentes cuando la leen desde su fe.
Ha elogiado, en diversos momentos de su obra, la
excelente convivencia que en la España medieval existió entre el islamismo, cristianismo
y judaísmo -pese a que algunos autores son algo escépticos al respecto-
considerando las dificultades actuales que plantea la convivencia entre
religiones, especialmente el islamismo, ¿podríamos extraer algunas conclusiones
válidas para el momento actual venidas desde siete siglos antes?
No se dio Jauja,
obviamente, pero durante unos tres siglos son gentes de tres leyes, como ellos
decían, que se pusieron a convivir, sin añadir al hecho razones de ningún tipo,
y lo hicieron, Cuando en el XV los cristianos “se auparon” y fueron más
poderosos y se hicieron también más europeos comenzaron a sentirse más señores,
y judíos e islámicos más siervos, todo se rompió tal y como en el epitafio
escrito en latín de los cuatro que hay en la tumba de Fernando III el Santo.
Tres de ellos en hebreo, árabe y castellano, y en los que no se hablaba, como
en el que está escrito en latín, de la extirpación de judíos e islámicos, es
decir, la política arrastrando a la religión y se acabó la convivencia: “Cuius
regio eius religio” para toda Europa.
Nosotros estamos llenos
de ideología y por lo tanto llevamos la violencia en nosotros mismos, tendremos
que acudir a la tolerancia y ojalá que lleguemos a la convivencia y la
libertad.
Hace unos meses el Papa Francisco le concedió la
medalla 'Pro Ecclesia et Pontifice' ¿Es una distinción con un significado
especial u otra más entre tantas que ha recibido?
La distinción recibida del Papa es lógicamente peculiar, pero como todas
las distinciones son gratuidades y larguezas de quienes la conceden, no son el
final de un concurso de méritos, y obliga a un agradecimiento. Las razones las
tienen quienes las conceden.
Conoce Castilla y sus gentes como la palma de la
mano, nació en un pueblo, vive en un pueblo. ¿No le causa tristeza observar que
el empeño que tantas generaciones, a lo largo de los siglos, han demostrado en
preservar su fe, vaya desapareciendo?
No sólo es Castilla, sino
España entera, y podríamos hablar de Europa las que vemos deshaciéndose, pero
no son un “fatum” no es un vencimiento; es el deshacimiento bien pensado y
proyectado de toda nuestra civilización En vez de resistir, esta ruina se ha
acogido como una revelación de un tiempo nuevo. Es la guerra cultural que han
ganado los camaradas. Por lo menos hasta ahora, y no es que hayan sido sinuosos
y ladinos. Han hablado claramente. Han convencido. Cada vez que veo a amigos
del Oriente de Europa o del mismo USA me dicen que Europa se quedó fascinada, y
vive en medio de un apocalipsis. Desgraciadamente jugará todavía mucho tiempo a
Twitter, como los muchos golfillos en las paredes, para entretenerse o porque
la mente no da para más, o estará lamentándose de las tinieblas que van a
sepultarnos, pero no haremos nada.
Desde su edad avanzada, parece inevitable pensar
en el momento de la muerte, cuya necesidad de trascendencia, según muchos
autores, constituyó uno de los pilares de la religión ¿piensa Ud. en ese
momento definitivo? ¿tiene temor a morir? ¿Qué significado desde el punto de
vista religioso y humano tiene para usted?
He pensado en la muerte, y me da miedo, pero tengo esperanza, y en paz.
Para terminar, un par de figuras dominicanas que
tengan especial relevancia para Ud. y los motivos por los que considera que son
interesantes.
He conocido varios dominicos, pero recuerdo sobre todo a dos de ellos que
me ilustraron durante unos cuantos días y a su debido tiempo sobre el Vietnam
en guerra con USA y me aseguraron por qué la ganaría el primero, porque, entre
otras cosas. comprendieron los
camaradas, y no los occidentales, el culto a los muertos de los vietnamitas. En
los últimos cincuenta ya consideraban perdida la cristiandad occidental, y de
manera indolora. Y así han sido las cosas.
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Con la colaboración de Mario Gómez
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