Me piden compartir alguna experiencia del tipo de
predicación que yo realizo. Entre los distintos areópagos -me hace gracia la
palabra- en que nos dividen a los predicadores de la provincia para dar
testimonio, a mí me han colocado entre los itinerantes que van un poco por
libre. Así lo entiendo yo. Voy a hacerlo con mucho gusto.
Desde hace unos cuarenta años vengo pidiendo a mis
superiores que me dejen libre para una predicación itinerante. Lo he conseguido
ahora a los ochenta, cuando casi no me puedo mover. No me quejo, pienso que
hicieron bien. Así he tenido que pasar por una serie de cargos como prior,
párroco, maestro de estudiantes, un profesorado continuado y otras cosas
menores que me han hecho mucho bien y me han dado experiencia teniendo que
cargar con el peso de otros.
Sin embargo, con más o menos libertad de movimientos
siempre he cultivado la predicación. Lo de la libertad siempre ha sido un
anhelo. Ahora mismo estoy temblando porque sólo me permiten novecientas
palabras y ya llevo ciento ochenta y dos. Mi predicación ha sido de ejercicios
espirituales, charlas, conferencias, novenas etc., en los más diversos foros. A
excepción de los jesuitas, creo que no queda ninguna Orden o congregación de cierto
peso en la que no haya predicado, en su parte masculina o femenina o en ambas.
Lo que me ha pasado es que casi en ninguna parte
donde he predicado me han vuelto a llamar con lo que he podido llegar a más
sitios. Las superioras siempre me han pedido que exhortara a sus monjas a ser
buenas y a cumplir las constituciones cosa que yo no he hecho. Iba, más bien, a
una conversión más profunda. Para ello he predicado un evangelio que pone en
cuestión nuestra instalación y aburguesamiento. He proclamado desde el kerigma
a un Jesús vivo, resucitado, que actúa en nosotros por medio de su Espíritu
Santo.
Donde más he predicado, con otros doce compañeros
dominicos, ha sido en la Renovación carismática que es una corriente de gracia
en la Iglesia ya con cincuenta años de recorrido. De esos cincuenta, he estado
unido a ella algo más de cuarenta y eso me ha permitido hacer camino, entender
lo que es un pueblo en marcha y, por tanto, una predicación no sólo comunitaria
sino en continuo crecimiento y profundización. Por esa razón me he visto
obligado a formular, tarea muy dominicana, muchas de las experiencias nuevas
que teníamos a la vista en ese caminar, escribiendo libros y renovando cada día
la palabra predicada. Todo lo que he predicado, en lo que llevamos de siglo, lo
he grabado por exigencias del mismo pueblo a quien sirvo, de tal manera que, en
este momento, sin contar la predicación en la parroquia, ya llevo grabadas en
Mp3 unas treinta gigas, lo cual significa al menos cerca de un millar de
charlas.
Pienso que una palabra que no crea comunidad no
acerca suficientemente a Jesucristo. Y eso sucede con el pueblo y con el
predicador. De todo esto uno no sabe nada hasta que no va sucediendo con el
paso del tiempo. Pienso que la obra del Espíritu Santo es lenta y respeta las
condiciones tanto del predicador como las del pueblo que se está formando.
Estoy convencido, eso sí, de que todo dominico que acierte con el lugar
adecuado para ejercer el oficio de predicador va a recibir el carisma de la
predicación, y no sólo me refiero a los frailes sino también a las monjas y a
los terciarios, cada uno a su manera, pero identificándose por una unción de
base que se puede retrotraer hasta el mismo Santo Domingo. A mí la predicación,
sobre todo la de los carismáticos por hacerse en comunidad y pueblo, me ha
hecho descubrir el carisma de la predicación.
La santa predicación de Jesucristo que ejercía Santo
Domingo es ahora más urgente que en su tiempo. Entonces había que formar la fe
a causa de los herejes y por eso la predicación dominicana era doctrinal pero
ahora ha desaparecido la fe en muchos y vivimos en una cultura pagana con lo
que la predicación doctrinal ya no hace diana y debe ser cambiada por una
kerigmática mucho más incisiva. Ahora no se trata de formar o convencer sino de
quebrantar los corazones endurecidos por el ateísmo y el racionalismo. Ahora el
Espíritu Santo tiene que implicarse más en la tarea.
Para mí la predicación ha sido dura porque la he
centrado en el tema de la gratuidad de la salvación en Cristo Jesús. La suerte
es que he tenido varios compañeros dominicos con los que he caminado y llevado
el tema adelante. Fuera de eso he tenido que sufrir denuncias y acusaciones por
doquier y sobre todo la incomprensión generalizada. El Papa actual en una
homilía en Santa Marta el 15 de octubre de 2015 dijo que la doctrina de la
gratuidad de la salvación en Cristo Jesús es la verdadera. Con este apoyo
pienso que pronto irá cambiando todo.
En estos últimos años lo hago a través de videos en
YouTube y en diversas páginas web y digitales. La experiencia es buenísima. Por
los testimonios que recibo de todo el mundo, me doy cuenta que la predicación
hoy día tiene posibilidades infinitas. Solo me quedan trece palabras: te deseo,
lector, que encuentres una buena predicación en tu vida.