Es más fácil hablar de humanismo budista que de distribución de bienes según el budismo, porque esta religión no busca transformar la sociedad, sino proporcionar la iluminación y liberación individual. Como es sabido, el budismo intenta que todo hombre se libere del sufrimiento y logre el estado de Nirvana, superando las ataduras al “yo” y a las cosas materiales. Veamos primero cómo entiende el budismo la condición humana.
Las Cuatro Nobles Verdades: liberación asequible
Al igual que sucede en el cristianismo, la experiencia vital y enseñanzas básicas del fundador marcan la doctrina y praxis del budismo. Gautama Buddha nació hacia el año 463 a.C. en Nepal de una familia noble y rica. Se dice que nació por el costado de su madre Maya, lo que sugiere un tipo de nacimiento virginal y milagroso. Buda llevó una vida de lujos y comodidades hasta los 29 años, cuando tuvo una experiencia negativa que le produjo un gran trauma psíquico-espiritual. Entonces pasó 6 años de vida eremítica y dura ascesis, pero no logró la liberación ni la paz de espíritu.
Por ello, marchó a la cuenca del Ganges y se entregó a la meditación trascendental, que es una concentración total en sí mismo, buscando el “vacío completo”, para hallar la raíz del sufrimiento, su superación y la armonía de su espíritu con la energía trascendente del Universo. Así consigue la “iluminación” a los 35 años de edad. Se siente un hombre nuevo, feliz y liberado, conocedor del método auténtico y capaz de comunicarlo a otros. En Benarés predica su primer sermón, en el que expone las Cuatro Nobles Verdades, o intuiciones fundamentales del mecanismo liberador que él ha descubierto y constituirán los principios básicos del budismo. Estas cuatro verdades son su fenomenología antropológica y guían la práctica ascética de sus adeptos. Son éstas:
Toda la existencia humana es dolor (contrariedades, enfermedad, muerte...)
- La raíz del dolor es el apego que tenemos a las cosas, los malos deseos que nos atan al “ego” y a nuestros bienes.
- Es posible suprimir esos deseos: cortando el apego a las cosas se extingue el dolor y se llega al estado de Nirvana.
- Las 8 vías para suprimir el apego a las cosas son: recto entender, recto pensar, recto hablar, recto obrar, recto vivir, recta piedad, rectas ideas, recta concentración.
Como vemos, es un silogismo perfecto: eliminando la causa (apego), se suprime el efecto (dolor). Además, practicando las “8 rectas vías” se consigue cortar el apego al “yo” y las cosas, y, con ello, la liberación de todo sufrimiento. Desaparece la identidad consciente y se logra el estado de Nirvana en este mundo, o sea, la extirpación de los malos deseos y la suprema calma, sin “ego”, e identificados con la Naturaleza. Esto es lo que Buda (“iluminado”) logró en su “iluminación” y se ha transmitido a todas las sectas budistas hasta hoy.
Solidaridad universal y compasión efectiva
A pesar de que se dice que el budismo tiene poca sensibilidad social, hay dos hechos que prueban que esa afirmación no es totalmente exacta. En primer lugar, el budismo abolió las castas tradicionales de India y propugna la igualdad total de los hombres: a todos se ofrece la liberación. No permite la explotación de un grupo por otros más poderosos, ni el monopolio de los recursos y bienes naturales por unos pocos privilegiados en detrimento de muchos desposeídos.
Otra norma importante es respetar y venerar los “tres tesoros budistas”: Buda, sutras y comunidad. Esto último exige compartir los bienes, dinero, conocimientos, tiempo y trabajo. De ahí surge una solidaridad universal y efectiva, atendiendo a las necesidades de los más débiles. En algunos países budistas, incluso en Japón, se ven bonzos mendicantes en lugares concurridos, para estimular esa solidaridad y compasión mutuas. La gente les da limosna. Cuando la reciben, los bonzos golpean el recipiente metálico con una barrita, para agradecer el donativo. Además, los fieles de todas las religiones son generosos en las colectas litúrgicas. Creo que en el budismo hay más sentido de compasión y ayuda efectiva que de una estricta “justicia social”, aunque en los países más desarrollados los sistemas de seguridad social, sanidad, educación y trabajo tienen una cobertura casi total. Pero, en conjunto, los países budistas son más solidarios que bastantes países occidentales.
Distribución de bienes y desapego
Es necesaria una distribución equitativa de bienes dentro de cada país y en el mundo entero, porque eso contribuye a liberar a toda la humanidad del apego desordenado a las riquezas. Pero en el budismo no se plantea una estrategia global para superar la rapiña y las desigualdades. Por supuesto, un capitalismo desalmado y un sistema bancario codicioso no tienen cabida en una sociedad basada en los principios budistas de desapego y compasión universal.
Sin embargo, la distribución justa de bienes por sí sola no basta. Si los hombres no cortan el apego a sí mismo y sus posesiones, muchos desearán tener más recursos y pronto aumentarán la acumulación de bienes, las injusticias y desigualdades entre países e individuos. Por eso, desde un punto de vista budista, la solución a estos problemas pasa necesariamente por “cortar el apego a las cosas y al poder”, con lo cual se supera el dolor y se logra la liberación personal y una “calma social” progresiva. Esto podría llevar a conseguir un nuevo orden mundial.
¿Es viable este proceso? Las grandes religiones proponen bellas utopías, cuya realización depende del esfuerzo ascético individual y también de sistemas socioeconómicos apropiados. Las Cuatro Nobles Verdades y las Ocho Bienaventuranzas no son metas fácilmente asequibles a cualquier persona, pero el reto que presentan tiene capacidad de transformar profundamente las relaciones personales y el panorama económico mundial.
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