viernes, 18 de marzo de 2022

PREACHING IN VERBIS ET EXEMPLO, Fr. Paul Aung Myint Win OP, Birmania

Following up with the news today is despairing as we hear and see several stories of human suffering through pandemic, natural disaster, war and crime. Particularly in Myanmar (Burma), it seems that only suffering exists since the time of military coup enduring military repression, escalation of violence, killing, persecution, sorrow and pain. Obviously, human dignity, justice, freedom and peace have been buried.  At the same time, the coronavirus is also threatening and killing thousands of lives. Indeed, starvation, anxiety and fear occupy our hearts as Jesus lamented, we are weary and burdened (Matt 11:28), and we are like sheep without a shepherd (Matt 9:36).

In the face of all these human sufferings, we normally cry out loud, and raise many questions, peculiarly existential or ontological questions like “Where is God now?” or “My God, my God, why have you forsaken me? (Matt 26:46)”. In fact, we believe in a God who is light and love, justice and peace. Yet every day we face and witness the reality of human suffering. It is not an easy task for any preacher to speak of the God of power and love in front of the people who are facing a series of tragic suffering. Many young people in Myanmar say, “we won’t believe in any god or any religion if justice will not triumph over injustice.”

Personally, I was looking for any inspiration to speak with God or to speak of God in these terrifying days. It is St. Dominic who “always spoke with God or of God” in verbis et exemplo. When Spain was in a situation like ours, stricken by a severe famine, Dominic, moved with pity at the sight of suffering and dying people, sold all his belongings, even his precious books and, established a center for almsgiving to provide food for the poor and the needy. Indeed, he really responded to that urgent need of his time following the teaching of the Gospel, “Go, sell your possessions and give to the poor…then come, follow me” (Matt 19:21).

 Pope Francis commented, “Dominic’s great call was to preach the Gospel of God’s merciful love in all its saving truth and redemptive power…he came to appreciate the inseparability of faith and charity, truth and love, integrity and compassion…His witness to the mercy of Christ and his desire to bring its healing balm to those experiencing material and spiritual poverty was to inspire the foundation of the Order and shape the life and apostolate of countless Dominicans in varied times and spaces.”

I must confess that I am so much inspired by the exemplary and charitable act of our holy father that I would like to imitate him to respond the urgent need of our modern-day, to proclaim the good news, to bring the mercy and healing touch of Christ to all the suffering people. After two months of military coup, I started organizing “Friars’ Aid Myanmar” program to help the poor and the needy of all kinds of faith in this trying time. I do believe that it is the proclamation of the Gospel verbis et exemplo, as Pope Francis understand on our holy father, Dominic. While distributing basic food to the poor of other faith, I always hear their whispers: that they praise our God; that they want to learn our faith; that they want to know Christ; that they feel a healing touch of God through our acts of love.

The inspiration from our holy father to me is a call to respond to the needs of our time. It is very important for a preacher to stand somewhere the Word of God is found. It is as Pope Francis encourages us, “one that can speak to the hearts of the men and women of our time and awaken in them a thirst for the coming of Christ’s kingdom of holiness, justice and peace. “The Spirit of the Lord is upon me, because he has anointed me to proclaim the good news to the poor. He has sent me to proclaim liberty to the captives and recovering of sight to the blind, to set the oppressed free, to proclaim the year of the Lord’s favor.” Luke 4:18-19.

 

CENTROS EDUCATIVOS, ¿CANALES DE PREDICACIÓN? Hna. Esperanza Sánchez Cortez, Dominicas de la Anunciata, Guatemala

Las Hermanas Dominicas de la Anunciata, hoy, compartimos un mensaje a partir de la educación, inspiradas en nuestro fundador San Francisco Coll, hombre pacífico, generoso, predicador, líder, emprendedor, estudioso, amante de la verdad, fiel seguidor de Jesús y de Santo Domingo. La invitación a predicar sigue presente en la misión, donde una dominica de la Anunciata está hoy. 

San Francisco Coll, inicia su predicación desde la pedagogía de la encarnación, donde la vida surge y se encarna. Él conoce su contexto político, social y religioso, por ello no se queda al margen de la situación de los otros, sino que se involucra con ellos, da respuestas desde la educación, especialmente a los más excluidos.

El deseo ardiente de predicar hoy a través de la educación es fruto de una sólida formación, oración y contemplación, aportando luz y verdad a las situaciones de confusión, división y miedo que se vive en nuestros contextos. Sí educar hoy ha implicado tener la audacia, coraje y creatividad de hermanas y docentes para llegar al corazón y a la mente de la niñez y juventud, creando comunión con las familias generando esperanza.

El reto ha sido asumido por toda la comunidad educativa, en esta nueva modalidad a causa de la pandemia del Covid 19. La constante comunicación con los padres de familia ha sido fundamental, ellos han sido el canal de apoyo para sus hijas e hijos quienes se han sentido tristes y frustrados al no compartir con sus compañeros de clase de forma presencial, en los juegos, alegrías y sus aprendizajes cotidianos.

Este tiempo ha facilitado los espacios de oración profunda en familia, fortaleciendo la comunión con Dios y el compromiso de solidaridad con los que nos rodean. Ha resonado en nosotras "Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt 28 19-20). Sentir ese envió ha desafiado nuestra predicación, hemos aprovechado los medios y la creatividad para llegar a todos con la confianza puesta en Dios siendo luz.

El predicar hoy nos invita a realizar dos cuidados fundamentales: ser predicadoras y pastoras, cuidar y curar a las ovejas que se nos han confiado. Jesús les recuerda a sus discípulos que tienen que cumplir con la doble misión de predicar y pastorear: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también”. (Jn. 20, 21) Este envío es actual y hace que nuestra predicación tenga eco en las aulas, pasillos, puertas, oficinas, comunidades y vecindades, ya que todos predicamos con nuestra vida, donde quiera que estemos. 

 

LA EDUCACIÓN EN LOS COLES ¿PLATAFORMA DE EVANGELIZACIÓN?, Sor Aurora Llamazares, Misionera de Santo Domingo, Ávila

Sin duda nos preguntamos tantas veces si nuestra misión “predicadora” es real en cualquiera de nuestros centros educativos. Es que nuestros jóvenes y niños ¿están para sermones?

Ciertamente, no podemos renunciar a una misión que es parte integrante de nuestra razón de ser: llevar el mensaje liberador de Jesús a todos los confines de la tierra y eso lo vamos a ir haciendo a través de los granos que cada uno de nosotros podemos aportar cada día.

Nuestros centros educativos son lugares de encuentro.

En la convivencia con los demás vamos creciendo como personas y como grupo, entendiendo que aportamos y recibimos y juntos vamos construyendo una sociedad con valores como es la comprensión, el diálogo, la responsabilidad, el compartir, la empatía y juntos también experimentamos que somos importantes para los demás. Es decir, creamos comunidad.

Somos, además, un grupo de buscadores de la verdad. A través de los distintos aprendizajes, intentamos adentrarnos en el mundo de la cultura y la ciencia. Una cultura dispersa, que abarca al mundo entero con grandes diferencias en los planteamientos, pero iguales en la búsqueda de felicidad, donde cada ser humano busca un espacio en el que necesita ser amado y reconocido, en su deseo de plenitud.

Somos a la vez buscadores de Dios. Jesús nos muestra a ese Dios que no se desentiende de nuestra historia y en el encuentro con él en la oración, descubre su presencia personal en cada una de las vidas, en cada historia. La maduración en la fe es parte integrante de nuestro día a día y se va haciendo visible en el encuentro con los demás, en la ayuda mutua, en la solidaridad.

Y de la satisfacción interior brota la necesidad de compartir fe y vida. Nuestra misión como cristianos y dominicos es ser testigos de aquello que vivimos en nuestros colegios en la oración de cada día, en las celebraciones litúrgicas, en la preparación de la Navidad o la Pascua. Porque como discípulos de Jesús y seguidores de Santo Domingo no podemos callar lo que hemos visto y oído.

Como educadores, en algunos momentos, podemos sentir el desánimo de un trabajo infructuoso, en el que desearíamos ver resultados inmediatos. Por eso no podemos olvidar la palabra de Jesús que nos dice que “el reino de Dios es comparable a la semilla diminuta que con el tiempo se transforma en un arbusto frondoso”

Los gestos y la constancia van llenando la vida de las personas de vivencias que, a veces quedan adormecidas. Como con el tiempo se han ido asumiendo y alimentando los sustratos profundos de las personas. Por eso poco a poco se va “sacando del baúl” lo viejo y lo nuevo para ir dando vida a las vivencias posteriores.

Esperamos que cada uno de nosotros sepamos ofrecer a nuestros niños, adolescentes y jóvenes las mejores vivencias positivas que den consistencia a sus vidas.


Cuando digan “qué recuerdos tan bonitos conservo de mi colegio” alegrémonos, aunque sean otros los que las escuchen. O nosotros de otras personas. Es que el Señor Jesús ha guiado nuestros pasos ofreciendo lo mejor de nosotros mismos.