Sin darnos cuenta nuestros horarios, nuestras agendas, nuestro trabajo, nuestra manera de relacionarnos dio un giro y empezaron a surgir preguntas sin respuestas, y el MIEDO entro en nuestras comunidades y nuestra “parte humana” hizo que cayéramos en la tentación y como Pedro, en medio de las aguas perdiéramos la confianza (Mt 14, 22s)
Todos sufrimos dolor por nuestras pérdidas y nos hacemos preguntas sobre nuestra realidad y nuestra fe. El miedo y la confianza se transforman en sentimientos encontrados, donde la “lucha” entre lo que “pensamos” y lo que “sentimos”, nos lleva al desafío de convertir el MIEDO en CONFIANZA.
Pero ¿cómo hacerlo? La realidad de la pandemia se instaló en la sociedad, en el mundo; las noticias que escuchamos, los infectados que aparecen, el número de muertos, no deja de afectarnos, de hacer que nos sintamos impotentes; muchas veces caemos en la tentación de pensar que Dios está ausente, que no se interesa por nosotros y por nuestro sufrimiento.
La realidad del miedo aparece… ¡sí!: en los ancianos, que están solos y no saben lo que les puede pasar; en quienes han perdido su trabajo y piensan cada día cómo alimentar a sus hijos, cómo llevar el pan a sus hogares; en el personal sanitario que sabe que estar al servicio de los otros implica un riesgo alto de contraer la enfermedad; en cada uno de nosotros, que al volvernos más frágiles hace que salgan a la luz los propios miedos, aquellos que estaban dormidos y que con las “defensas bajas” afloran…
Quizás la respuesta esté en tener la capacidad de renovar nuestra CONFIANZA en Dios, quien conoce nuestra historia y sabe lo que necesitamos. Él es nuestro refugio y en el confiamos, así lo expresa el salmista: “El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!” (Sl 18, 2).
Hacer de nuestras comunidades lugares de esperanza, de acogida, de sostén, para tantos que hoy ven sus vidas truncadas por el dolor. Apoyar y acompañar con nuestra oración, la entrega de médicos, enfermeros, camilleros, voluntarios, que día a día se entregan al cuidado de los infectados a través de una mirada cómplice, una palabra oportuna, un apretón de manos, un estar silenciosamente…
Cuidarnos para poder cuidar a otros…sintiéndonos responsables TODOS de TODOS. Convertir el MIEDO en CONFIANZA, es un reto, un desafío que cada uno debemos asumir, para convertirnos en CONSTRUCTORES de un mundo diferente, de una sociedad donde nadie quede fuera. Como dice el Papa Francisco: “Solo el amor custodia la vida que tenemos, porque abraza nuestras fragilidades y las transforma… Dios puede cambiar todo a bien. Con él podemos confiar en que todo irá bien…”
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