Nuestra primera contribución en Yunnan, provincia de China, no fue para
construir una escuela nuestra, sino para ayudar a la construcción de una
escuela del Gobierno.
Shahongkou es una aldea situada en lo alto de una montaña. Solo es
accesible siguiendo un sendero muy complicado que, en tiempos de lluvia, es
absolutamente intransitable para coches. Yo la conocía porque la había visitado
ya en dos ocasiones. En una de ellas los aldeanos nos invitaron a cenar con
ellos. Pusieron la comida en una mesa completamente negra de la suciedad, y
limpiaron los palillos que íbamos a usar para comer con un trapo tan negro y
sucio como la mesa. Lishu, mi acompañante, y yo nos miramos y recuerdo que le
dije: “No digas absolutamente nada.
Comeremos lo que nos pongan porque no debemos rechazar su hospitalidad”. No
puedo decir que la comida fuera exquisita, pero sí puedo decir que, a pesar de
la suciedad, ni tuvimos dolores de estómago ni diarrea.
Shahongkou disponía ya de una escuela, completamente en ruinas, así que
necesitaban una nueva, y así se lo habían solicitado al Gobierno. Y el
Gobierno, después de muchas gestiones, aprobó la escuela nueva, pero pedía al
pueblo una contribución de 40.000 RMB (5.159 €), dinero que debían aportar
todas las familias. Pero para ellos el reunir tal cantidad de dinero era
absolutamente imposible, ya que cada familia solo veía unos 100 RMB
(equivalente a unos 10 euros) al año.
Así que recaudé el dinero en Macao y lo llevé a Yunnan. Aproveché
también la ocasión para llevar a representantes de nuestro colegio DE en Macao
a Shahongkou para que vieran la situación en vivo y en directo y nos ayudaran a
concienciar al resto de profesores y alumnos sobre la necesidad de ayudar a los
Miao de Yunnan. Llevé un total de 6 personas: 2 estudiantes, 2 padres de
estudiantes y 2 profesores.
La visita les impresionó. Nunca habían visto nada así. Lo que más les
impresionó fue la suciedad de los niños, debido a la escasez de agua, y también
el modo que usaban para recolectar el agua de lluvia, un método muy parecido al
que usaban los romanos en la antigüedad.
Visitando a las familias y sus hogares, entraron en una casa donde solo
habitaba una mujer mayor, que estaba sumida en un llanto incontrolable y
desgarrador. Preguntamos la razón y nos dijeron que la vaca que tenía se había
muerto. La vaca es la posesión más preciada para los Miao. Es imprescindible
para poder trabajar en los campos situados en las pendientes de las montañas
con un desnivel de más del 30%. Para los Miao, la vaca es considerada como un
miembro más de la familia, y duerme todas las noches en la misma y única
habitación del dueño y de su familia. Sin la ayuda de la vaca, es imposible
plantar y recolectar en el campo, y sin la cosecha es imposible vivir.
Simplemente, y hablando sin dramatismo, la señora se estaba enfrentando al
hambre y a una miseria aún mayor de aquella en la que ya estaba inmersa.
Le dimos palabras de ánimo y también rezamos por ella, no con ella
porque no paraba de llorar. Era imposible el consuelo y todos lo entendíamos.
Una vida ya de por sí durísima, se iba a convertir en mucho más dura por la
muerte de la vaca.
Entonces uno de los estudiantes hizo una pregunta clave: ¿Cuánto cuesta una vaca? Nos lo dijeron.
Era el equivalente a varios años de ingresos para los Miao. Pero la pregunta
encendió la esperanza y la solidaridad. Sin decirles una sola palabra, cada uno
de los estudiantes, padres y profesores fue poniendo sobre la mesa todo lo que
podían: 50 RMB, 100 RMB, 200 RMB (25€). Yo los estaba observando con la piel de
gallina, porque estaba siendo testigo de una escena maravillosa y de una
expresión de amor, de solidaridad y de humanidad impresionante. Cómo no, yo
también hice mi contribución, mayor que la de los demás en cantidad, pero igual
a la de ellos en cariño. Reunimos lo suficiente para comprar una buena vaca y
también para que comprara comida y medicinas.
El viaje fue, pues, un éxito: no solo hicieron turismo y visitaron
lugares desconocidos, sino que también recibieron una clase importante de
“exposición a la realidad del mundo” que, estoy seguro, va a serles de mucho
provecho en su vida futura. Seguro que jamás olvidarán la mirada sorprendida y
agradecida de la señora a la que ayudamos, como yo tampoco la olvido.
Este es el objetivo que perseguimos: no se hace nada pidiendo dinero y
entregando dinero. Es necesario algo más profundo. Por una parte, queremos
intentar educar y formar la mentalidad de los alumnos y demás personas que
tienen relación con nosotros en Macao, ciudad rica, donde hay de todo y donde
se desperdicia tantísimo. Creemos que esto es una parte esencial de la
educación de nuestros estudiantes en valores. Pero también es imprescindible
acompañar a las personas en necesidad, ponerse a su altura, visitar sus casas,
compartir su comida y pobreza, mirarles a los ojos no desde arriba sino desde
su mismo nivel porque esto crea esperanza, paso primero y esencial para futuras
fases de desarrollo.
Lo sucedido en este viaje nos iluminó para decidir el lema de SP Edify:
“Ayudando y creando esperanza”. Al ofrecer una mano amiga siempre estamos creando
esperanza, humanidad, solidaridad y justicia, a la vez que ayudamos a reducir
complejos de superioridad o inferioridad tanto por parte del que da como por
parte del que recibe. Todos salimos beneficiados de ello, aunque yo sigo
creyendo que nosotros recibimos mucho más de lo que damos.
Y esto también nos ayudó a tomar la decisión de explorar la zona, ver
dónde se nos podía necesitar más y comenzar a construir nuestras escuelas en
esos lugares. Pero, bueno…. eso ya lo dejamos para capítulos posteriores.