En la carta que Fr. Bruno Cadoré, OP, Maestro de la
Orden de Predicadores, dirige a la Provincia de Nuestra Señora del Rosario al final
de su visita a los ministerios de dicha provincia en el Oriente, hace alusión a
la dificultad de la predicación directa del evangelio en China y recomienda las
“obras de caridad y de misericordia que intentan aliviar el sufrimiento humano
de diversas formas (lo que en el lenguaje secular se denominan ´obras
sociales´) y que son formas elocuentes de predicar la misericordia de Dios.
Estas obras sociales son una respuesta a las necesidades humanas, fortalecen
las relaciones entre personas, siembran buena voluntad y preparan a la gente
para escuchar más atentamente el evangelio.”
Es cierto que la situación religiosa, social y
política en Filipinas es muy distinta de la de China, no obstante, la
recomendación del Maestro de la Orden es válida también para Filipinas. En la
situación de extrema pobreza y marginación que vive un alto porcentaje de la
población, la predicación del evangelio es más elocuente si va acompañada de
´obras sociales´. Como dicen las Actas del capítulo general de Bolonia
(capitulo II): “Las obras de misericordia corporales y espirituales son una
predicación, porque proclaman el amor misericordioso de Dios.”
Desde el primer momento en que se instituyó el
Vicariato fuimos conscientes de que teníamos una misión a largo plazo en
Filipinas y que nuestro apostolado sería más efectivo uniendo al ministerio
sacramental y docente el ministerio de obras sociales: aliviar los sufrimientos
físicos y morales, buscar remedio a las necesidades humanas, mejorar las
relaciones personales y sembrar buena voluntad. Decidimos seguir con nuestro
trabajo tradicional en las parroquias y colegios y al mismo tiempo potenciar el
servicio médico a través del hospital de caridad San Martín de Porres, comenzar
un proyecto de viviendas sociales donde las familias pudieran vivir dignamente,
instituir un fondo para becas de estudiantes pobres, y organizar un programa de
ayuda que garantizara la alimentación básica de los estudiantes de las escuelas
públicas dentro de la parroquia. En la misma línea de ‘obra social´ está la
construcción de la granja que da trabajo a 15 empleados y la ayuda prestada a
las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en el establecimiento de sus dos
residencias para ancianos en Filipinas.
Al hospital de Caridad de San Martín de Porres lo
mantiene la Divina Providencia. Pero a veces la Providencia llega con retraso y
la directora del hospital pide auxilio al Vicariato, donde la Providencia
también trabaja. En cierta ocasión la Dra. Aleli Quirino me llamó para
agradecer un donativo del Vicariato para cubrir una urgencia y me comentó: “En
el hospital estamos muy agradecidos a la comunidad de Dominicos y a la
parroquia. Pero vosotros también debéis estar agradecidos al hospital: la
apreciación de los Padres por parte de la gente ha cambiado radicalmente. Ahora
os miran con aprecio y respeto.” Estoy seguro que el mismo cambio ha tenido
lugar en la apreciación de la gente por la religión.
En San Martín no solamente se dan prescripciones
médicas, o se hacen radiografías, o se operan tumores. El hospital es una
escuela de teología. Por muchos años se ha entretenido a los pacientes que
esperaban su turno en las consultas con clases de catequesis. Una doctora ya
jubilada con un carisma especial para compartir su fe y sus conocimientos
dedicaba más de una hora diaria para impartir catequesis. Sabía mucho de
religión, vivía profundamente su fe y tenía la virtud de saber comunicarse con
los oyentes. Algunos de los empleados se unían a los pacientes para escucharla.
Cuando ella faltó, una profesora de escuelas públicas y miembro del laicado
dominicano la sustituyó.
La pequeña capilla del hospital está situada en el
centro del edificio y es el centro de inspiración de todo el trabajo de caridad
que se ejecuta en el hospital, que es mucho. Las estadísticas del año 2016
hablan de 2,922 pacientes ingresados y de 28,688 pacientes tratados en el
hospital sin llegar a ser ingresados.
Nuestra primera becada, Lourdes, buscaba trabajo con
la esperanza de compaginar el trabajo con el estudio. La ayudamos y terminó la
carrera, quedando como profesora en el mismo centro donde estudió. Hoy es
profesora en uno de los colegios de más renombre: La Salle, viviendo en una de
las casas que hemos construido en Sta. Rosa. Lourdes dedica parte de su tiempo
libre como catequista en la capilla de la urbanización Veracruz. Su
agradecimiento es doble: por la ayuda recibida en sus estudios y por la
oportunidad de comprar a precio accesible una casa donde comparte su vida con
su madre y su hijo.
Hace unas semanas falleció a los 40 años uno de
nuestros becados, dejando tres niños. Pertenecía a un grupo de becados de
nuestro Colegio Aquinas que estaban muy unidos y han continuado la amistad a
pesar de tener distintos trabajos. Los compañeros becados se han comprometido a
responder por la educación de los tres huérfanos. Una forma bonita de agradecer
la ayuda que ellos recibieron.
La parroquia del Santo Cristo subvencionó los cuatro
años de carrera de cuatro chicas jóvenes que querían ser catequistas. La
carrera está oficialmente reconocida y las habilita para enseñar en colegios
públicos y privados. Solamente se las pedía enseñar luego en las escuelas
públicas de la parroquia por un tiempo. Una de ellas dejó de enseñar al
contraer matrimonio y fundar una familia. Las otras tres siguen fieles a
nuestra parroquia, a pesar de que han recibido ofertas de escuelas públicas y
privadas donde ganarían doble de lo que reciben. Aparte de la enseñanza en las
escuelas, dedican la mañana del sábado y del domingo a dar catequesis a los
niños que voluntariamente acuden a recibirla. Además, se encargan de preparar
los cantos y la liturgia de la misa de los niños.
Son varios cientos los que han terminado carreras
universitarias gracias al programa de becas del Vicariato. Los becados
participan en las actividades de la parroquia mientras están estudiando. La
mayoría de ellos siguen fieles a la parroquia colaborando como lectores,
miembros de los coros, en organizaciones parroquiales y en programas especiales
después de graduarse. Algunos contribuyen regularmente con donativos para el
fondo de becas. No les exigimos nada, lo
hacen voluntariamente.
Para quienes hemos nacido en casa propia y vivido en
habitación conventual de uso exclusivo no resulta fácil imaginarnos lo que
significa vivir de renta, compartiendo baño y cocina con otros inquilinos, sin
privacidad, en lugares malsanos, en ambientes degradados y rodeados de peligros
de todo tipo. Las zonas de chabolismo de Manila son bien conocidas de todos. Y
en este ambiente vivían muchos de nuestros feligreses y la mayoría de
profesores y empleados. Los sueldos que recibían hace 27 años no les permitían
soñar con una casa propia, aunque fuera humilde.
El Vicariato fue consciente de esta situación y
estudió diversas alternativas para ofrecer a los empleados una vivienda digna.
El Vicariato se adelantó a lo que nos recuerdan las Actas de Bolonia: que la
confianza que Dios ha puesto en la Orden de Predicadores “requiere un encuentro
confiado con el mundo, y responsabilidad y compromiso con las situaciones
humanas de mayor vulnerabilidad.” Sin duda que la realidad en que vivían
nuestros empleados era una situación humana de vulnerabilidad.
En la urbanización Veracruz, donde la mayoría de
residentes son beneficiarios de nuestro plan de viviendas, se ha construido una
capilla donde el párroco celebra misa los sábados, se han organizado
Comunidades de Base, se ha formado un coro y se imparte catequesis para los
niños y jóvenes. Todo ello fruto de la iniciativa de los residentes. Para
muchos de los beneficiarios el hecho de poseer una casa en propiedad es una
bendición muy especial de Dios a través de los Padres y muestran su gratitud
ofreciendo su servicio en las actividades religiosas y en el cumplimiento
responsable de sus obligaciones laborales.
Aunque la implementación de los proyectos sociales
ha sido realizada por personas concretas, la comunidad ha jugado un papel
decisivo en la planificación y en tomar las decisiones importantes. Sin su
incondicional apoyo no se habrían podido realizar la mayoría de los proyectos.
Y así lo han entendido los beneficiarios. De hecho, la mayoría de muestras de
gratitud van dirigidas a la comunidad.
Es mucho lo que se ha hecho en la línea de obras
sociales, pero es mucho más lo que queda por hacer. La comunidad que proyectó y
ejecutó las obras sociales mencionadas está jubilada o a punto de jubilarse.
Esperamos con confianza que la generación que reciba el testigo descubra las
necesidades de la sociedad actual, elabore otro proyecto en respuesta a esas
necesidades y encuentre el apoyo necesario para su implementación.
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