En el año 1965, terminó el Concilio; en el 66, fui
ordenado yo. Años postconciliares de muchísima esperanza, pero también de mucha
convulsión y arena movediza, mucha crisis, mucha marejada, y tantísimos
naufragios de presbíteros, y vocaciones religiosas.
Desde este puerto zarpó mi nave de presbítero, y por
este mar navegaron mis inicios de ministerio. Que, aun reconociendo el respaldo
de la Orden, y el esmero de los formadores, la sensación siempre fue la de
estar embarcado en una cáscara de nuez: sin rumbo, ni velas, ni timón; puros
remos, mar por delante, y a la conquista de futuro y de logros indefinidos.
El naufragio no se hizo esperar, casi nada más
arrancar. La verdad es que, los remos y
madera de esta nave, que soy yo mismo, siempre fueron, -y siguen siendo-
demasiado débiles, y de escasa valía. Esa es la pura verdad.
Pero, en fin: la fidelidad y la misericordia de
Dios, quisieron que no me fuera a pique definitivamente. Desorientado y
naufragado hasta la médula, en este mar borrascoso, -ni doy, ni quiero dar
detalles-, apareció, a la vera de mi situación personal, una barquichuela de
aspecto y bagaje bien poco significativos en aquel momento, fue absolutamente
providencial para mi vida.
Quiso Dios que, desde aquella insignificante barca,
se me lanzara una soga, gritándome y gritándome, una y otra vez, y mil veces,
con amor e interés, a veces, casi, con desesperación, que me agarrara a esa
soga, QUE NO ME SOLTARA DE ELLA POR NADA DEL MUNDO, QUE ELLA ME SALVARÍA. Y ASÍ
FUE.
Esa soga fue el KERYGMA: LA PREDICACIÓN-PROCLAMACIÓN
DE JESUCRISTO: MUERTO - RESUCITADO - KYRIOS -y- ESPÍRITU VIVIFICANTE-
(Pentecostés).
Era el mismo Jesucristo, quien, a través de los
Iniciadores del Camino Neocatecumenal: Kiko Argüello y Carmen Hernández, me
buscó, y me salvó. Era el Único que lo podía hacer, y lo hizo. Me dio la Vida,
se me dio Él Mismo.
Hoy sigo vivo, gracias a su Misericordia, navegando,
y haciendo con otros, lo que otros hicieron conmigo. Y estoy contento y,
profundamente agradecido a Dios, de estar desgastándome y entregando mi vida
por este KERYGMA. No he sabido, ni sé hacer otra cosa: predicar, predicar,
predicar. A tiempo y a destiempo. De mil formas y maneras, en lugares y a gente
de lo más impensable. Lo he hecho con frailes compañeros, dos años sucesivos di
los Ejercicios Espirituales, en S. Pedro Mártir, Alcobendas, presentes mis
profesores; en Arcas Reales; en San Esteban, de Salamanca; al clero de Mérida,
Cáceres. Lo he hecho en numerosos monasterios de contemplativas dominicas, y en
otras comunidades religiosas dominicas y no dominicas. Dentro y fuera de España. Casi siempre he
repetido.
Nunca, en mi predicación, me aparté del KERYGMA,
comenzara por donde comenzara: primeros capítulos del Génesis, Abraham, Éxodo y
Alianza como base del Misterio Pascual de Jesucristo: El KERYGMA.
Hoy lo sigo haciendo en Argentina, pero en otra
dinámica: menos itinerante de acá para allá, y más centrado en la Iniciación
Cristiana Postbautismal de Adultos, formando parte de un Equipo de Familias
-dos- en Misión, y un seminarista.
Estamos en una VILLA MISERIA. Una especie de favela
brasileña, o suburbio muy marginal, en España. Presbítero del equipo, y párroco
de la VILLA.
Vivo día y noche, dentro de ella, bien enrejado
ahora, después de varios asaltos, pero compartiendo su vida, y su ambiente, que
es feo, sucio e inhóspito; a veces, nauseabundo; no pagamos agua ni luz; nos
enganchamos al poste de luz más cercano, o nos empalmamos a la goma, o
mangueras de agua, que haya en los callejones, normalmente mezcladas con las
aguas embalsadas, o con las de desecho de las propias chabolas. Cuando llueve
es un auténtico drama.
No tenemos calles ni plazas. La población vive en
chabolas, en un enorme laberinto de pasillos y callejones, de por sí siniestros,
y, a partir de cierta hora, intransitables y muy peligrosos. No hay casa donde
no haya pistola o revólveres.
Aquí no entran los servicios sociales: correos,
policía, etc. Y, lógicamente, no hay dónde se pueda dar un paseo o tomar un
café.
Hay, eso sí, numerosas bandas de jóvenes, y no tan
jóvenes, y chicos sueltos, viviendo a la deriva y sin porvenir, sumergidos en
la droga, el alcohol, el robo, el asalto habitual a casas y personas, para
sobrevivir.
¿Y este es mi..., mi... AREÓPAGO ? Bueno, pero sin
monumentos a los dioses, ni citas de filósofos. En todo caso, aquí sigo
predicando el KERYGMA, y con más provecho que S. Pablo en el de Atenas.
Y genial. No hay cosa más maravillosa y gozosa.
Hacer presente a Jesucristo Resucitado, la única solución de Dios para al
hombre, pobre o rico, de cada generación, raza, cultura, o frontera.
Es la obra humano-divina de amor, justicia,
solidaridad y misericordia, mayor y más importante, que se pueda realizar en la
tierra. Pues el hombre, el de antes y el de ahora, esté donde esté, es Adán. Y
Adán, sin Jesucristo, sigue estando desnudo, muerto, herido, e indefenso. Se cubra de lo que se cubra, o le cubramos de
lo que le cubramos. El Maligno dispone de él (Hb. 2, 14-16).
Yo he visto llorar a chicos, que me han asaltado
varías veces, y tirado las puertas a patadas, esquilmado la casa y pegarme...;
y me han abrazado y, alguno de ellos, pedido perdón, cuando han ido sabiendo
que nunca les he denunciado, ni dado cuenta a la policía; que les he visitado
en la cárcel, o, cuando baleados o heridos, al hospital; y les he podido
ofrecer un amor distinto, el Amor gratuito de Jesucristo. Uno escucha ciertas
frases de ellos, que te animan profundamente. Le decía uno, emocionado, a su
compañero de habitación, en el hospital, y con una bala incrustada todavía en
la clavícula: "al padre le hemos hecho daño, y ahora viene a
vernos...". Otro, en un corro callejero, sentados, decía: "el padre
es el único que nos quiere bien, en la VILLA...". Se dejan oír cosas
preciosas, de verdad. Claro que, también, hace un año, exactamente el Domingo
de Ramos, un individuo, iban dos, me soltó un tiro de revolver a los pies,
-menos mal que no apuntó a otra parte- por resistirme a "darle el reloj, y
lo que llevara encima". Le dije que sí no veía que era el cura de la
VILLA. Me dijo "qué cura ni qué mierdas". Un tipo villero, sí señor:
la necesidad y la droga, no hacen distinción de personas. Y estas cosas aquí, o
las metes en el programa, o tienes que marcharte. Y corto.
La fe viene por la Predicación. La Predicación:
predicar a Jesucristo, El Evangelizador, el Predicador del Reino de Dios, y
Fuente Visible de la Buena Noticia para el hombre, es, sencillamente,
impresionante. Estrictamente divino.
Santo Domingo de Guzmán, fundador de los Frailes
Predicadores: LA PREDICACIÓN, EL KERYGMA, tarea de los Apóstoles, de S. Pablo,
del propio Jesucristo: ¡ahí es nada...! ¿Hay algo más grande que esto bajo el
sol...?
Gracias, Jesucristo, por envejecer predicando. Y
gracias, Santo Domingo, por ser el fundador de los frailes predicadores, entre
los cuales me considero.