Lo afirmado por el presidente Xi Jinping es cierto y cualquier persona que visite China es testigo del crecimiento exponencial de su economía y de la modernización del país. Ciertamente, China presenta problemas singulares, especialmente motivados por la dimensión del país y por el número de habitantes. En un país tan grande y poblado como China, es casi imposible que el desarrollo económico se produzca de una forma homogénea e igualitaria en todo el país. Por lo tanto, es comprensible un cierto grado de desigualdad económica y social, tanto en China como en otros países similares.
Pero el hablar de cifras siempre es engañoso, porque, al final, los números siempre dicen lo que queramos que digan. Mi opinión es que, aunque ya no se pueda hablar de pobreza extrema en China, hay muchos otros contextos en los que la pobreza y la miseria están todavía muy presentes, como ocurre en todos los países del mundo. Hay que dejar ya de hablar de pobreza en términos matemáticos y estadísticos para pasar a hablar más de pobreza en términos sociales y éticos.
¿Qué es considerado pobreza hoy día? La definición de pobreza como la capacidad de satisfacer las necesidades básicas vitales de una persona es ambigua porque habría que definir cuáles son las necesidades vitales. Hoy día, hay que exponer la pobreza, en otros términos: capacidad adquisitiva real, desigualdad social por motivos geográficos o étnicos, en manos de quién y de cuántos está la riqueza de la que se presume. Por eso, hoy día se habla más de pobreza como falta de desarrollo humano, entendido como la capacidad ampliar y mejorar las capacidades humanas y las libertades de las personas.
China pasó de contribuir con algo más de 1% a la economía mundial a más del 15%. En manos de cuántos está ese 15% de la economía mundial? La desigualdad en la distribución de la riqueza en un país es una muestra de pobreza.
China ha basado gran parte del desarrollo económico y de la desaparición de la pobreza extrema a un movimiento masivo de la población rural a las ciudades de la costa que están mucho más desarrolladas. Esto presenta dos problemas que son bien visibles en China: por una parte, la desigualdad económica entre la población urbana y la población rural está aumentando con el peligro de convertirse en sistémica. Por otra parte, la emigración masiva de la población a las ciudades ha creado grandes áreas de miseria, indigencia y pobreza entre la población emigrante.
Esto es reconocido por el propio gobierno de China, donde su primer ministro ha afirmado que casi la mitad de la población (600 millones de personas) tienen unos ingresos mensuales de unos 130 euros, con lo que no pueden alquilar una habitación en una ciudad mediana de la costa. Si el acceso a vivienda, educación, sanidad, electricidad y alimentación son las necesidades básicas de cualquier persona, el desempleo, la falta de ingresos, la exclusión social, marginación, son causas de pobreza, porque impiden satisfacer las necesidades básicas de esa persona.
Esta situación está agravada por el sistema de registro civil (“hukou”) existente todavía en China, por el que los derechos civiles de una persona están vinculados al lugar donde está registrado civilmente. Hay aproximadamente 850 millones de personas con “hukou” urbano, pero hay unos 250 millones de inmigrantes en las ciudades con “hukou” rural. En muchos casos, esta población emigrante se ha convertido en un mercado de trabajadores baratos y en ciudadanos de segunda clase.
Como conclusión, aparte de reconocer lo conseguido por China en estos 40 años de desarrollo económico, también tenemos que reconocer que todavía quedan muchos objetivos que conseguir, como en cualquier otro país. Yo creo que esto pasa por dos premisas: cambiar el modelo desarrollista, tan dado a cifras interpretadas políticamente, por un modelo más social e integral y abolir el sistema de “hukou” que, en mi opinión, se puede convertir en un auténtico lastre para China y en una fuente de discriminación y de pobreza sistémica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario