Para mí el kerigma es la predicación primitiva, una cosa sagrada. Por eso, lo que se predica tiene que tener el sello del Espíritu Santo y una unción muy poderosa que llegue a los corazones y les cambie y les acerque a posturas nuevas. Otra cosa muy distinta es la reflexión, la charla, la investigación, la conferencia o enseñanza. En estas cave la controversia, las posturas y que, al final, cada uno se quede con lo suyo.
Si es así, entonces la predicación ecológica tiene que estar unida con algún don del Espíritu Santo, porque, de lo contrario, no va a haber ninguna mutación en nosotros. Una predicación que no produce cambio, que no engendra comunidad, que no crea empatía y solicitud, no es predicación es otra cosa. La predicación ecológica contagia amor por la creación. San Francisco, a los 44 años, ya ciego, compuso el Cántico a las criaturas que le salía de su profundo don de ciencia por el que los hombres vemos a Dios en las criaturas.
En nuestra casa tenemos un naranjo que fue arrasado por la nieve y el frío de la borrasca Filomena a principios de Enero. Se helaron todas las naranjas y las ramas e, incluso, algún entendido nos ha dicho que el tronco también. Pero la esperanza nos ha mantenido: “Al menos el tronco, suspirábamos”. Hace tres días la chica, nuestra empleada de hogar, y yo descubrimos un brotecito en el tronco rugoso y hoy otro. ¿Cómo es posible? Nos llenamos los dos de alegría y no se lo hemos dicho a nadie porque los frailes de esta parroquia son muy viejos Y tienen temblores esenciales.
En mí ha actuado del don de ciencia al ver estos brotecitos y como veis ya estoy predicando. ¡Qué bellos son! ¡Imposible que esa cosina verde salga de un tronco tan rugoso! Es que Dios es infinito también en lo pequeño. En este abril no tendremos flores de azahar, ni aspiraremos su fragancia, ni habrá botones que anuncien nuevos frutos, pero la esperanza de que en próximos años volverán, no se nos ha destruido.
El don crea la simpatía y la veneración por todo lo creado, por el inmenso cariño de Dios al crear tantos detalles para nuestro bien. Yo he conocido un profesor que nos hablaba del amor de Dios que existe encerrado en una piedra con la que te encuentras en el camino. Esa piedra ha tardado millones de años en hacerse para que tú la pudieras coger hoy y pensar desde ella en el cariño que Dios puso en la evolución de todas las cosas. Más de una vez este hombre terminaba secándose las lágrimas llenas de emoción. Estaba dando una clase pero, a la vez, predicando ecología con un don de ciencia increíble.
Mucha gente prefiere hablar de Dios antes que de Jesucristo. La predicación, sin embargo, no nos habla de Dios, ya que para la mayoría, Dios es un concepto y vale para todas las culturas. La predicación kerigmática, que es a la que me refiero nos habla de Jesucristo y su misterio pascual. A nuestro Dios, que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, llegamos a través del mismo Cristo muerto y resucitado. El mismo Cántico de las Criaturas si no está pasado al menos en el corazón por Cristo es pura literatura o desahogo sentimental. Sólo por Cristo llegamos al Padre. Sin embargo, mucha gente prefiere hablar de Dios antes que de Jesucristo pero así nos salimos del camino de la verdad.
Catorce veces cita Jesús a su Padre del cielo en la predicación de la montaña. A través de él conocemos los sentimientos ecológicos del Padre. Dice Jesús: No andéis preocupados por lo que vais a comer o beber. Mi padre se cuidará de todo eso. Mirad las aves del cielo que no siembran ni cosechan ni acumulan. ¿Les falta algo? No, porque vuestro Padre del cielo las alimenta. Fijaos también en los lirios del campo que no se fatigan, ni hilan ni hacen ejercicio para crecer y florecer. Ni uno de vosotros viste tan bellamente como ellos a pesar de vuestros afanes. Pues si el Padre del cielo se cuida así de esas criaturas, cuánto más lo hará por vosotros si tenéis fe.
Es difícil encontrar párrafos como estos en toda la literatura universal. Podemos imaginar el corazón de Jesús mirando la obra maravillosa de la creación. No obstante, la creación está sometida al pecado y espera con dolores de parto la manifestación de los hijos de Dios. No habita todavía en ella la ciencia de Dios ni nos cubre de paz como las aguas colman el mar. Una higuera un día no quiso darle higos a Jesús y un sobrino mío se mató en los picos de Europa cayendo por un enorme paredón de piedra. En la homilía de su entierro no tuve más remedio que decir que tenemos que respetar el estatus actual de todo lo creado porque nos puede hacer daño. Si no respetamos el planeta se nos puede volver en contra, incluso mortalmente.
Nosotros, en esta casa, para sensibilizarnos más a lo ecológico, además del naranjo y otros árboles, hemos sembrado en unos trocitos del jardín, lechugas, cebollinos, ajos y tomates. Ahí estamos los cinco controlando a diario el crecimiento de estas hortalizas. A mí no me interesa comerlas, lo que me gusta es ver a Dios creciendo en ellas y sintiéndolo en mi corazón. Merece ser citado aquí San Pablo de la Cruz, fundador de los pasionistas, que ante los colores y fragancia de las flores decía en sus paseos: Callad, callad, florecitas, que me matáis de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario