El Covid19 está en casa como serpiente entre las sábanas y hay personas que se enfrentan a él con miedo, sin excluir terror y pánico. Otras luchan con la esperanza de vencerlo sacando conclusiones prácticas para la vida. Sólo haré algunas reflexiones breves desde el punto de vista litúrgico.
1. Comunión bajo las dos especies
Con el Covi-19 se ha visto la necesidad de tener en cuenta los aspectos higiénicos durante la celebración de la eucaristía. ¿El celebrante es uno solo? Lo obvio es, como se hizo siempre, que nadie más que él beba del cáliz, incluida la purificación del mismo. ¿La eucaristía es concelebrada? Sólo el presidente u otro beberá del cáliz al final de la concelebración y no antes. El objetivo es que nadie deje pegada en el cáliz la huella de sus labios, el aliento de su boca y el aire de sus pulmones. Todos hacen la comunión bajo las dos especies, pero por intinción mojando la forma consagrada en el vino consagrado del Cáliz.
La concelebración es hoy un riesgo serio para la salud física. Por ello, una sola persona beberá del cáliz y las menos posibles “manipularán” los objetos litúrgicos. Por lo dicho, se debe descartar dar la comunión bajo las dos especies a los novios, para evitar que ambos beban del cáliz. Huelga decir que los abusos y niñerías que a veces se estaban produciendo al desearnos la paz en la misa, han quedado reemplazados con gestos sin riesgo y más seriedad.
2. Comunión en la mano
Sabemos que en el siglo IV la comunión se daba habitualmente en la palma de la mano. Pero hubo abusos y en el siglo IX se empezó a dar la comunión directamente en la boca, y sólo los diáconos y subdiáconos podían seguir recibiendo la forma en la mano. En el siglo XI sólo se permitía al sacerdote y al diácono comulgar en la mano y se impuso la comunión recibiendo la forma en la boca hasta mediados del siglo XX, cuando el Concilio Vaticano II volvió a recomendar la práctica de la comunión en la mano.
El Covid-19 nos ha enseñado el grave riesgo que lleva consigo la comunión en la boca y la necesidad de volver a la comunión en la mano. El criterio higiénico y del contagio mortal se ha sumado en primer plano a los criterios tradicionales de respeto al sacramento de la eucaristía. En estos momentos, la comunión en la mano se ha de considerar como obligación y no como mera recomendación piadosa. De ahí que no se deba tolerar en absoluto la formación de dos colas: la de los que comulgan en la mano y la de los que comulgan en la boca.3. Televisión y comunión espiritual
Si yo no puedo venir los domingos a Misa y nadie me trae, ¿qué va a ser de mí? ¡Tuvo que venir el Covid-19 para poder consolar a estas personas! La misa por televisión es una obra pastoral laudable porque muchas personas, impedidas por el deterioro de su salud, empezaron a liberarse de la pesadilla del “precepto del templo” y empezaron a escuchar con gusto en televisión homilías de más calidad.
Pero, ¿qué pasa con la comunión sin presencia física en la celebración. ¿Nos perdemos lo mejor? Tal insatisfacción carece de fundamento teológico. En la teología más castiza de siempre se habla de comunión espiritual, esa oración interior con la que expresamos nuestro deseo amoroso de recibir a Jesucristo, cuando no es posible ni aconsejable recibir la hostia consagrada de manos de nadie ni usando las nuestras propias. El defecto de presencia física queda suplido por la recepción espiritual, en la que recibimos el efecto espiritual de este sacramento, por nuestra unión a Cristo por la fe y la caridad.
4. Adoración del Niño
Muchos pintores cristianos empeñaron lo mejor de su ingenio en pintar belenes describiendo gestos de gran ternura y admiración ante la figura que representa a Cristo recién nacido. Pero en esas pinturas nadie aparece besando al Niño. Desde mi niñez, siempre he visto la ceremonia del sacerdote dar a besar al Niño al final de la misa. Pero como sacerdote, confieso que nunca me agradó dar a besar al Niño Jesús después de la misa. El “besuqueo” de adoración no me parecía mínimamente higiénico, por más que yo me esforzaba porque lo fuera.
Con la pandemia del coronavirus me he convencido más de que tales “besuqueos rituales” están fuera de lugar y que deben ser sustituidos por otros gestos de respeto y adoración más adecuados. Por ejemplo, haciendo delante de la imagen una inclinación de cabeza acompañada de algún pensamiento de amor y de lealtad a la persona Cristo.
5. Adoración de la CRUZ
En la adoración de la cruz el viernes Santo hay un matiz peculiar muy importante. La imagen del Niño en el pesebre no infunde miedo, sino alegría, amor e ilusión. Por el contrario, una cruz grande con Cristo en ella crucificado puede producir reacciones de miedo, sospecha sobre la conducta del crucificado y ganas de no ver más ese espectáculo. Sobre todo, tratándose de niños y personas relacionadas con el mahometismo o el judaísmo fanático. Si a esto añadimos que hay que postrarse en el suelo y besar al crucificado, la cosa sube de tono. Todos esos graves inconvenientes y otros de carácter higiénico, debidos al “besuqueo”, se pueden paliar sin dificultad pasando por delante de la Cruz haciendo una leve inclinación de cabeza y desgranando en nuestro interior algún sentimiento o pensamiento de respeto, adoración o súplica esperanzada.
6. Confesión sacramental
La historia del sacramento de la penitencia ha sido larga y dolorosa en ocasiones. Es obvio que la forma actual de confesión auricular dentro de un recinto estrecho llamado “confesionario”, necesita también ser reformada, a raíz de la pandemia del coronavirus y no faltan iniciativas loables en este sentido
7. Conclusión
¡Ojalá rebrote la pandemia del amor de Cristo muerto y resucitado, para que mueran el desamor y los egoísmos, el odio y las venganzas, el rencor, las peleas familiares y políticas, las guerras y toda clase de injusticias!
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